Yo lo tengo claro, tanto si lucho contra un usurero o contra una feminista, contra los inmigracionistas o contra las abortistas, contra acérrimos defensores de la propiedad privada (todo debe ser privado) o contra defensores de la propiedad pública (todo debe ser público), contra igualitaristas o contra traficantes de la bolsa, contra la banca privada o contra la alta finanza… lo hago contra el capitalismo, contra el sistema materialista, contra las ideas que atentan contra la unidad y ascenso del ser. Es decir, contra la sociedad del dinero, contra la sociedad superficial, contra la sociedad seducida por baratijas, contra la sociedad deshumanizada, sin rumbo y suicida, contra la sociedad de los falsos valores y de los valores de consumo.
Ser anticapitalista no es enfrentarse a los dueños del dinero solamente, no es ser de izquierdas siquiera, sino enfrentarse a una forma que ha esquematizado el mundo de tal forma que nadie ve otra posibilidad. La posibilidad de revelarse a él y construir un nuevo comienzo, un nuevo origen, que parta de una necesidad unitaria y nacional, pero sobre todo anticapitalista. Es de nuevo, si, la vieja batalla del Ser contra el Tener.
El mundo construido por derechas e izquierdas es nuestro antiguo régimen, siendo ambos hijos de un mismo fenómeno. Han convergido en el mundialismo, en la globalización, en la necesidad de eliminar la diversidad, de crear un mundo cada vez más igualitario, aunque sea a la baja.
Nuestro destino es combatir todo eso.