sábado, 5 de diciembre de 2015

Leyenda viva a traves de 5 siglos de mestizaje


502 años han pasado desde que, en 1511, se iniciara una de las aventuras más interesantes y decisivas en los inicios de la Conquista de América por la Corona española. Un personaje, oculto entre las nieblas de la Historia, forjó su propio destino, legándonos el primer mestizaje a base de algo poco común en sus compatriotas: una relación con una indígena maya, a base de amor y compromiso.
 UN MISTERIOSO PERSONAJE
  Es difícil configurar el perfil de un personaje del que se cuentan pocas referencias a su verdadera identidad a lo largo de los siglos. La vida y obra de Gonzalo Guerrero, repudiada por sus compatriotas de aquella época, fue motivo para enterrar —no del todo— su gran aventura en tierras quintanarroenses. Es por eso que hoy no se puede determinar con exactitud su fecha de nacimiento (que debió ser en el último cuarto del siglo XV), pero sí el lugar donde nació: Palos de la Frontera, provincia de Huelva, España, el famoso puerto donde se embarcara Cristóbal Colón al descubrimiento de América en 1492.
Poco o nada se sabe de su infancia y juventud en España, comenta el cronista de Cozumel Velio Vivas Valdés, en su excelente trabajo: Gonzalo Guerrero: soldado en dos mundos y padre del mestizaje mexicano, apuntes para una biografía. En algún punto entre 1508 a 1510 debió enlistarse en una de las expediciones hacia el Nuevo Mundo. El licenciado Ramón Patrón García, actual jefe de Espacios Culturales de la Zona Norte de Quintana Roo, comenta que en un viaje a España, buscó exhaustivamente en los registros de la Casa de Contratación de Sevilla su nombre en las listas de los marinos embarcados en esos años, una tarea por demás complicada puesto que hay decenas de miles de nombres. Tampoco se puede precisar su fecha de llegada a América.

 EL NUEVO MUNDO, UN DESORDEN TOTAL
  Para 1510, nuestro Gonzalo ya estaba envuelto no sólo en las guerrillas contra los indios nativos de Centroamérica, sino también entre sus propios compatriotas. La Corona Española, en su afán de acaparar la mayor cantidad territorial posible, creó dos gobernaciones o provincias: en las tierras comprendidas entre el cabo de la Vela (hoy Colombia) y el cabo Gracias a Dios, (en la frontera entre Honduras y Nicaragua). Se fijó el golfo de Urabá como límite de ambas gobernaciones: Nueva Andalucía al este, gobernada por Alonso de Ojeda, y Veragua al oeste, gobernada por Diego de Nicuesa. Estos dos personajes, como fue común en la época, luchaban a muerte entre ellos en su afán de obtener más riqueza y dominio territorial, buscando la gracia del Rey de España. De entre estas luchas fratricidas, destacó Vasco Núñez de Balboa, quien ayudó a Ojeda a recuperar el control, puesto que los indígenas de la zona representaban un verdadero peligro para la empresa (y de paso, descubrió el Océano Pacífico).
En septiembre de 1510, Núñez de Balboa funda la primera ciudad estable “europea” en Tierra Firme del continente americano: Santa María la Antigua del Darién, de la que se proclamó primer alcalde, y nombró a Juan de Valdivia primer regidor. Por esas fechas, envió a Martín Fernández de Enciso a rescatar al gobernador Nicuesa, ya que gracias a sus desatinos al mando de su gobernación, sus hombres estaban al borde de la muerte. Entre esos hombres, nos encontramos de nuevo a Guerrero, fogueado en lo que se refería a supervivencia y combates en un nuevo mundo, hostil y desconocido.
Sabiéndose a salvo, Diego de Nicuesa exigió entre amenazas lo llevaran a Santa María del Darién, para incautar toda la riqueza que Núñez de Balboa había “rescatado” y que le pertenecía a él. Avisado este último de las intenciones de Nicuesa, no permitió que tomara el control de la villa, y a cambio de esto, lo envió a Santo Domingo (también conocida como la isla de La Española) escoltado por el mismo regidor Juan de Valdivia como capitán de una maltrecha nao llamada Santa María de Barca. Vivas Valdés nos apunta que esta nave tenía como misión “llevar 20 mil ducados que eran del rey, y regresar con bastimentos a Tierra Firme” y zarpó en algún punto de marzo de 1511, llevando consigo a Gonzalo y dando comienzo a la aventura que se convertiría en leyenda.

EL NAUFRAGIO Y EL INFIERNO
Después de tres días de buena navegación, el Santa María de Barca se envolvió en una severa tormenta, desviándola del curso original hacia los mortales arrecifes llamados “Los Alacranes” ó “Las Víboras”, donde encallaron, y apenas pudieron sobrevivir en un pequeño bote unos cuantos, ya que la nao, los ducados y Diego de Nicuesa, se hundieron en el fatídico accidente. Tampoco se precisa el número de sobrevivientes, que oscila entre los 16 y 20. Pero una cosa es segura: ahí ya viajaban hacia rumbo desconocido, a merced de las corrientes y vientos dominantes, nuestro protagonista, y un religioso de Ecija, que no soltaba su libro de “horas” o rezos, llamado Jerónimo de Aguilar. Las fuentes históricas no nos aseguran que Aguilar tuviera un cargo dentro de la Iglesia, solo una fuerte vocación religiosa.
Bernal Díaz del Castillo, Diego de Landa y López de Cogolludo coinciden en que fueron trece días los que navegaron a la deriva, pereciendo siete de los náufragos por el inclemente sol y enfermedades. Al divisar tierra firme, y pisar por primera vez la Península de Yucatán, estos españoles jamás imaginaron que se encontraban en una región inexplorada por cristianos. La zona de llegada tampoco es precisa, pero Vivas Valdés nos señala que debió ser entre lo que hoy es Playa del Carmen (Xamanhá prehispánica) y la ciudad de Tulum (Zama). Lo que comprendía el cacicazgo de Ecab. En el Posclásico tardío, el área que hoy comprende Quintana Roo, se dividía en 4 cacicazgos, de Norte a Sur: Ecab, Cochuah, Uaymil y Chactemal.
  CAPTURADOS, SACRIFICADOS, ESCLAVIZADOS
 El primer encuentro con nativos en Quintana Roo no pudo ser más desafortunado: los indios Caribes, depredadores del litoral, antropófagos procedentes del río Orinoco, capturaron a todos, sacrificaron a Valdivia y a otros cuatro (sacándoles el corazón) y posteriormente se los comieron ante la atónita mirada de Guerrero y Aguilar. Apresados en jaulas parecidas a las del bambú, los restantes eran engordados para saciar los apetitos de sus captores, pero el instinto de supervivencia los obligó a escapar, encaminándose sin rumbo fijo entre la selva.
No tardaron en ser apresados, esta vez por verdaderos mayas de Ecab, a manos del cacique Ah Kin Cutz, de Xamanhá. No fueron sacrificados, pero sí tratados como esclavos, enviados a realizar arduas tareas agrícolas y de construcción, en la escala más baja de la pirámide social maya. De dolencia, todos perecieron, a excepción de los dos personajes que se convertirían en símbolos antagónicos, pero unidos por la misma desgracia de saberse lejos de casa, en un mundo donde todo era diferente, el idioma, la religión, y el concepto de vida. Así, Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar, fueron destinados para servir como esclavos a este cacique.
 DE ESCLAVO A JEFE MILITAR
De aquí en adelante, el velo de la Historia apenas deja entrever al personaje de Gonzalo Guerrero. La razones por las cuales adoptó a la cultura maya como propia, a tal punto de formar una familia y defender a los indígenas con la vida, es una cuestión que pone a reflexionar. Los más imaginativos novelistas tratan de retratar a un Gonzalo enamorado de la aventura, de lo nuevo, cansado de las limitaciones de su patria, el Cristianismo y la Santa Inquisición, principales represores de las ideologías en esa época. Otros, apuntan que la conveniencia de sobrevivir llevó a Guerrero adoptar por la fuerza el lenguaje y sus creencias, ya que había perdido la esperanza de volver a ver a sus compatriotas.
A fines de 1512, tal vez 1513, mientras Juan Ponce de León descubría y exploraba la Florida, Guerrero fue separado de Aguilar, y vendido al Halach Uinic de Chactemal, Nachan Ca’an, el cacique más poderoso de la región. Esto cambió por completo la historia, ya que se establece que en esta ciudad, donde hoy se asienta Oxtankah Ichpaatún (otros investigadores piensan que fue en Santa Rita, Belice, más hacia el sur dentro de la bahía de Chetumal), aconteció una historia de mezcla de diferentes mundos, producto de la asimilación de la cultura y del amor.
Guerrero debió mostrar sus habilidades bélicas, ganándose poco a poco la confianza de Nachan Ca’an y venciendo en escaramuzas para la causa de esa provincia de Chactemal. El paso del tiempo hizo que Gonzalo destacara en la milicia a tal punto de convertirse en Nacom, jefe militar maya, rango que obtuvo en 1514.

 CHACTEMAL CUNA DEL MESTIZAJE
 Solo el terreno de la especulación es válido para entender cómo el hispano llevó la relación con “una principal mujer maya” de la que tampoco puede darse una identidad real. El nombre también es desconocido, y todo apunta a una hija de Nachan Ca’an, o pariente del hombre verdadero de Chactemal. Hay un pasaje curioso en la crónica de Bernal Díaz del Castillo, del rescate de Aguilar en Cozumel, donde se denota que esta importante mujer poseía un carácter fuerte: “Y asimismo la india mujer del Gonzalo habló a Aguilar en su lengua muy enojada, y le dijo: Mira con qué viene este esclavo a llamar a mi marido; íos vos y no curéis de más pláticas”. Gonzalo se guardó muy bien lo que hacía con su vida, tal como veremos más adelante.
Para 1516, mientras España se adjudicaba una ola de descubrimientos en el Nuevo Mundo, Gonzalo ya se había hecho el suyo propio contrayendo relación matrimonial con esta principal mujer, completando su aculturización y adoptando todo lo que significaba ser un hombre maya posclásico­ de Chactemal. Con el matrimonio consumado, nacieron los primeros mestizos de esa unión afectiva sin precedentes históricos en el Nuevo Mundo.
 HERNÁN CORTÉS LLEGA AL RESCATE
  Aguilar, quien se había quedado al servicio de Ah Kin Cutz en Xamanhá, recibió noticias de españoles apostados en Cuzamil, la actual isla de Cozumel. Era febrero de 1519. Hernán Cortés, desafiando las órdenes del gobernador de Cuba, Diego de Velázquez, zarpó sin autorización de dicha ínsula con una armada de 11 naves, y había llegado a las costas de Cozumel a repostar. Ahí, el conquistador tuvo conocimiento de ciertos españoles perdidos en un naufragio hacía años, y como un excelente estratega, tuvo la visión de usar su ayuda con el dominio de la geografía y la lengua maya. Sin perder tiempo, envió cartas en una diligencia encabezada por Diego de Ordaz, con la consigna de rescatar a los españoles “desparramados” por estas tierras.
La carta dirigida a los españoles cautivos, rezaba: “Señores y hermanos: Aquí en Cuzamil o Santa Cruz he sabido que estáis en poder de un cacique detenidos; yo os pido por merced que luego os vengáis aquí a Cuzamil, que para ello envío un navío con soldados, si los hubiereis menester y rescate para dar a esos indios con quienes estáis; y lleva el navío de plazo ocho días para os aguardar. Venios con toda brevedad, de mí seréis bien mirados y aprovechados; yo quedo aquí en esta isla con quinientos soldados y once navíos; en ellos voy, mediante Dios, la vía de un pueblo que se dice Tabasco o Potonchan”.

LA HISTORIA DEL RELIGIOSO
 Tras ocho días de espera, sin obtener buenos resultados, y ante la contrariedad de Cortés, se dispusieron a zarpar. Gracias a la avería de uno de los navíos que contenía el pan cazabe, se retrasó la salida de Cozumel, y Andrés de Tapia, en medio de una enorme confusión, se encontró con Jerónimo de Aguilar entre un grupo de indios que lo traían rápidamente desde Xamanhá en una canoa.
“Y después que hubieron saltado en tierra, el español, mal mascado y peor pronunciado, dijo: Dios y Santa María y Sevilla. Y luego le fue a abrazar a Tapia; y otro soldado de los que habían ido con Tapia a ver qué cosa era fue con mucha prisa demandar albricias a Cortés, cómo era español el que venía en la canoa, de lo que todos nos alegramos”.
Gracias a Bernal Díaz del Castillo, en su obra, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, tenemos el informe más preciso e históricamente oficial, del aspecto que presentaba Aguilar, tan cambiado, que los mismos españoles y hasta Cortés confundieron con un indio más. Ahí, Aguilar dio a conocer a los incrédulos hispanos sobre una historia imposible. “El otro español” de nombre Gonzalo Guerrero, había resuelto quedarse, y no solo eso: se había casado con una indígena maya, tenía tres hijos, y los nativos lo tenían como “cacique y capitán” cuando había guerras. El mismo Aguilar confió a Cortés que Guerrero había sido el responsable de las guerrillas contra las expediciones anteriores de Francisco Hernández de Córdoba (en 1517), y Juan de Grijalva (1518).
Cortés, en una mezcla de sentimientos, concluyó para con Guerrero: “En verdad que le querría haber a las manos, porque jamás será bueno”.
 AGUILAR, POR SU LADO
Una vez a salvo en la expedición de Cortés, Jerónimo funge como un mejor intérprete para aquella empresa, más adelante con la Malinche en la Conquista del Valle de México. Las sombras de la historia hicieron lo suyo con el religioso: se desconoce el lugar de su muerte, así como el año. El Dr. Salvador Campos, en su obra
Anotaciones entre la Historia y el Mito, cita que, mientras se desarrollaba la Conquista de México, Aguilar tuvo dos hijos con una india principal llamada doña Elvira Toznenitzin, y poco después de la toma de Tenochtitlán, falleció de bubas, mal venéreo, alrededor de 1524. No hay registros de su vida y obra, pero curiosamente, se encuentra información de él en la Crónica de Chac-Xulub-Chen de Nakuk Pech (1936), donde puede verse que los mayas se acordaban del fraile: “Nuestra tierra fue descubierta, a saber, por Jerónimo de Aguilar, quien, a saber, tuvo por suegro [sic] a Ah Naum Ah Pot, en Cozumel, en 1517”.
 LA DEFENSA DE CHACTEMAL
  Mientras la Conquista se concentraba en el Valle de México, hubo relativa calma en la Península de Yucatán, poco explorada por las expediciones españolas. Francisco de Montejo fue nombrado Adelantado y comisionado para tomar Yucatán, empresa que comenzó en 1527 junto a Alonso Dávila, pero que, gracias a las estrategias bélicas de Gonzalo Guerrero, sus dos incursiones en la zona oriental resultaron en fracasos.
A fines de 1527, Montejo penetró en la bahía de Chetumal, y pudo ver a lo lejos, por primera vez, aquella ciudad que le pareció sorprendente por sus construcciones, campos de maíz y avanzada apicultura. Ahí también se enteró que “el español perdido” comandaba los ejércitos mayas. Capturó dos indios chactemales y le envió una supuesta carta, citada por Robert S. Chamberlain en La Conquista y Colonización de Yucatán, 1517-1550 publicada por el Instituto Carnegie de Washington en 1948:
“Gonzalo, hermano y amigo especial: A muy buena ventura tengo mi venida y haber sabido de vos del portador desta carta, la cual es para acordaros que sois cristiano y comprado con la sangre de Jesucristo nuestro Redentor, a quién yo doy y vos debéis dar infinitas gracias. Pues es de tan buen aparejo para servir a Dios y al Emperador nuestro Señor en la pacificación y bautismo de estas gentes, y que además de eso, saliendo del pecado, con la gracia de Dios, podréis honrar y aprovechar vuestra persona, y yo os seré para ello muy buen amigo y seréis muy bien tratado. Y así os ruego que no deis lugar a que el diablo es de estorbo para hacer luego lo que digo porque no es perdáis para siempre con él. Y de parte de su majestad os prometo de os lo hacer muy bien con vos y de cumplir todo lo que he dicho muy enteramente: y de mi parte, como hombre hijodalgo, os doy mi fe y palabra de lo hacer cumplir sin falta alguna, favoreciendo y honrando vuestra persona y de haceros de los principales hombres uno de los más escogidos y amados que en estas partes hubiesen. Así que, sin dilatación os venid a esta carabela o a la costa a verme y efectuar lo que he dicho, y hacerse ha con vuestro consejo a parecer lo que más conviniese”.
La respuesta de Gonzalo no se hizo esperar: “Señor, yo beso las manos de vuestra merced, me han conmovido vuestras palabras, y le agradezco vuestro afecto, pero como soy un esclavo no tengo libertad, aunque soy casado y tengo mujer e hijos, y por supuesto que me acuerdo de Dios, y vos y los españoles tienen un buen amigo en mí.”
Montejo, muy molesto por aquella segunda negativa, decidió esperar a unirse con Dávila, que venían por tierra desde Xelhá hacia Chactemal, para iniciar el ataque. Es interesante hacer notar que Guerrero se mantuvo oculto de sus compatriotas, éstos jamás lo vieron de frente, ya que usó tácticas de guerrilla y espionaje, tratando de mantener separados a los dos conquistadores, pues a base de engaños hizo creer a cada uno que habían muerto por los mayas, obligándolos a replegarse a Campeche. Ese fue el fin de la primera campaña en esa área de la península.
 EL TRIUNFO ENGAÑOSO
 En 1531, Francisco de Montejo, ya establecido en Salamanca de Campeche, envió a Alonso Dávila a tomar —por segunda vez— Chactemal por tierra, con más de 150 soldados de caballería, y en cuyas filas también enviaba a Montejo “el Sobrino”. A su paso, los pueblos cercanos les rindieron lealtad, y grande fue su sorpresa al descubrir que la gran ciudad estaba deshabitada. Ni rastro de la población. Ahí, sobre las edificaciones mayas, levantó por fin Villa Real de Chactemal, sin derramar una gota de sangre.
Hoy se pueden ver reliquias de una iglesia levantada por Dávila en Oxtankah.
A varios kilómetros de ahí, en una depresión o tal vez una caverna, Gonzalo Guerrero y el pueblo de Chactemal se hallaban escondidos, organizando y dirigiendo las guerrillas, tratando de expulsar a los españoles de la región. Hubo varias batallas memorables, entre ellas la de Chequitaquil, donde Dávila se enteró a tiempo de que Gonzalo formaba contingentes de guerra listos a atacarlo, y pudo dispersarlos, causando muchas bajas a los mayas y cero para él. Con la toma de este poblado, reunió máscaras de oro y turquesa, piedras semipreciosas, y envió el botín a Montejo, el cual nunca llegó a su destino, pues todos los pueblos se alzaron en su contra, amenazando incluso hasta el Adelantado en Campeche.
 SEGUNDA VICTORIA PARA GUERRERO
 En Holyá se libró una batalla cruenta y decisiva, que causó serias bajas al ejército de Dávila, lo que ocasionó que se replegara hacia Villa Real, y ya en condiciones severas, emprendiera la huida hasta Puerto Caballos, al oeste de Trujillo, Honduras, en un viaje de muchas penalidades. Andrés de Cerezada, contador y gobernador de aquella provincia, lo recibió en su casa y lo ayudó a volver con Montejo, reunión que no se daría hasta 1533, dando por terminada la segunda etapa de una incursión fallida a Chactemal y al oriente de Yucatán.
 LA BATALLA DE PUERTO CABALLOS
 Tras el fracaso de Dávila al intentar someter a Chactemal, menos se habla de Gonzalo y mucho menos de su familia, de la que también se desconoce su paradero final. Es casi una certeza que Gonzalo Guerrero muere el 13 de agosto de 1536 en Puerto Caballos, hoy Honduras, combatiendo a las fuerzas de Pedro de Alvarado. Gracias a las anotaciones del propio contador Cerezada, el mismo que le diera asilo a Dávila, podemos leer:
“…Y arcabuceros y otras personas combatiendo la entrada o salida del albarrada al río y en la proa de la canoa una pica de artillería, que con lo uno y lo otro hizo tanto daño a los indios hasta que ellos, de su voluntad, se vinieron a dar a la obidiencia y servicio de vuestra majestad. Dijo el cacique Cicimba como, antes que se diesen, con un tiro de arcabuz se había muerto un cristiano español que se llamaba Gonzalo Aroza que es el que andaba entre los indios en la provincia de Yucatán veinte años ha y más, que es éste el que dicen que destruyó al adelantado Montejo. Y como lo de allá se despobló de cristianos, vino a ayudar a los de acá con una flota de 50 canoas para matar a los que aquí estábamos antes de la venida del adelantado [...] Y andaba este español, que fue muerto defunto, labrado el cuerpo y en hábito de indio.”
Gonzalo Guerrero se resume como una de las tantas aventuras de la Humanidad, una aventura que nos provoca mucho interés y admiración cuando la leemos, hoy, a cinco siglos de distancia. Nos asombra, porque nosotros sus descendientes mestizos, estamos acostumbrados a estudiar en la Historia de la Conquista, uniones a través del ultraje: madre paria y padre desconocido. 500 años han pasado desde el naufragio en los Alacranes, y Guerrero puede estar seguro de algo: lo que hizo, resonará para siempre.


(Source: revistapioneros.com)
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