lunes, 28 de marzo de 2016

Nuestra basura es la joyería de esta tribu



¿Qué es valioso? ¿Cómo podemos saber que un billete de 200 vale más que uno de 100? A muchos, estas preguntas les parecerían absurdas pues estamos tan sumergidos en un mundo globalizado que no nos permitimos ver “fuera de la caja”. Decía el teórico Jean Baudrillard que vivimos en una cultura simulacro, en la que simulamos ser lo que no somos. Consumimos simbólicamente, actuamos a través de estándares para ser parte de la sociedad mundial pero no somos verdaderamente auténticos. Esa sociedad es la que dicta el valor de las cosas y a través de ellas queremos lograr el prestigio, pero ¿qué pasaría si todo lo que conocemos cambiara?

Para los indígenas mexicanos el cacao tenía gran valor y podía ser intercambiado por extraordinarios objetos, como si se tratara de dinero. Lo mismo ocurría en la Isla Fiji, en donde los colmillos de cachalote eran tan preciados que los pobladores iban en busca de uno para lograr hacer la paz entre tribus o casarse con la mujer que amaban. 


Ahora el dinero es lo único que importa. Vivimos a través de falsas necesidades que dictan que debemos consumir lo que está en tendencia, y de no hacerlo nos provoca una sensación de vacío. Tal vez, lo que haga falta sea, tal como lo asegura Paul Ricoeur, es reconocer a los otros como si se tratara de nosotros, porque sólo así valoraremos realmente su riqueza cultural e identitaria.  




En Etiopía, las tribus del valle del Omo utilizan los desechos de aquellos que se encuentran en la “civilización” para adornar su cuerpo. Tal como lo demuestra Eric Lafforgue en su sesión fotográfica Tribes Turn Trash Into Jewellery, relojes, corcholatas y prendedores viejos y oxidados adquieren un nuevo significado y sentido, transformándose en una posesión muy codiciada. En sus manos ya no son basura, se convierten en hermosos tocados, pelucas de moda y accesorios que adornan todo su cuerpo. Cada vez con menos regularidad encuentran flores o elementos naturales para dar colorido a su vestimenta, en lugar de eso, la basura funciona a la perfección para crear cosas que nosotros nunca hubiéramos imaginado.


El valle bajo del Omo fue declarado patrimonio de la humanidad en 1980 y en él habitan numerosas tribus, como los Bana, Dassanech y Mursi, mismas que el fotógrafo francés Eric Lafforgue, el autor de este impresionante registro fotográfico, se dedicó a fotografiar.


Estas tribus no desperdician nada, colectan todo lo que aparece cerca de sus tierras. Igual que un nido, sus casas también están hechas con materiales que encuentran como metal, madera o plástico. En sus atuendos, la meta es lograr construir un accesorio que brille y haga ruido cuando bailen. Cuando son mayores, las mujeres pueden conseguir mejores piezas para adornar su cabeza y rostro pues les encanta usar plumas y relojes rotos para adornar su cabeza. Mientras más adornadas, mayor es su confianza. 


Eric Lafforge es un fotógrafo francés que retrata al mundo a través de su gente y sus tribus. Interesándose principalmente por los grupos minoritarios, aquellos que están casi extintos. Nació en 1964 y empezó su carrera de fotógrafo 42 años después en 2006. Después de publicar sus fotografías en las redes sociales, un viaje a Nueva Guinea cambió su vida profesional. Una editorial lo llamó para publicar sus fotografías en un libro, poco después, revistas como Time, National Geographic, CNN o la BBC, han publicado sus magníficas fotografías. En 2008, su trabajo con el pueblo de Papúa fue exhibido en el prestigioso festival de fotoperiodismoVisa en Perpiñán. 














(Source: culturacolectiva.com) votar

No hay comentarios.:

Publicar un comentario