domingo, 31 de diciembre de 2017

El Hombre Trágico



iglo XXI el siglo del pensamiento políticamente correcto, el final de la historia, el tiempo de las luchas sin propósitos, del activismo vacío sin ideología y de las modas pasajeras, en donde surgen pequeñas revoluciones que desaparecen en un instante, en donde todo se ha dicho y donde el hombre común cree saberlo todo.
Este es el siglo de las grandes masas tecnócratas que abundan en redes sociales hablando como sabiondos de política, economía, religión y donde creen tener la razón en todo, es el siglo de Twitter donde viene la poesía fría y sin alma, los pensamientos banales disfrazados de profundidad. Este es el siglo en donde los niños nacen envejecidos, donde te pueden demandar y encarcelar por decir una opinión,  en donde puedes elegir la causa social de moda (derechos homosexuales, feminismo, ambientalismo, etc.) y dártelas de intelectual en la red social.
Este es el tiempo del Hombre Democrático, a este tipo de hombre se le puede identificar con los siguientes rasgos: antirracista, ambientalista, metrosexual, gayfriendly, indigenista (en el caso americano),  orgulloso de sí mismo por ser “open mind”,  orgulloso de ser ateo (o seguidor del new age), se hace llamarse a sí mismo moderno y busca estar a la moda, seguidor de las causas sociales de moda,  twittea constantemente y actualiza su estado de Facebook sobre su oposición a la tauromaquia, a la cacería, a la celebración del 12 de octubre y al futbol.
El Hombre Trágico surge como reacción a la modernidad, es el hombre que lucha, el hombre que se mantiene en pie entre las ruinas, es el hombre incomprendido que se refugia en la música y en la melancolía.
El hombre que sabe que todo está perdido pero se mantiene luchando, no por un mejor futuro o por una victoria venidera sino porque es su deber. El optimismo es cobardía—como bien diría Spengler—la lucha contra la modernidad y contra la vida misma es todo lo que queda en una era devastada.
¿Quién es el Hombre Trágico? Es el incomprendido, el alma ajena a esta época fáustica, el pesimista, el que añora otra época, el que lucha contra el destino, el que se rebela contra el mundo sabiendo que no va a ganar nada.
Lovecraft fue un Hombre Trágico que aborrecía la decadencia de su nación y que a través de sus cuentos se rebeló contra la existencia, describiendo por medio de sus textos la monstruosidad de la era moderna.
Es el destino del Hombre Trágico el vivir en una época incomprensible, ser un extranjero en este tiempo, es un alma vieja dentro de una época moderna.
Es el alma sensible en un mundo que perdió la sensibilidad, es el que se refugia en sus sueños dentro de un mundo que perdió los suyos, es aquel que dice la verdad, que pone el dedo en la yaga y que le acusan de hacer “apología del odio”.
El Hombre Trágico es aquel que tiene una mente inactual en un mundo que se actualiza constantemente, es el pesimista dentro de una sociedad regida por un optimismo histérico, es el hombre que desconfía, el que cree en la justicia dentro de una civilización que tiene el relativismo como pensamiento.
Son los miembros de Amanecer Dorado, encarcelados, acribillados a tiros, manteniéndose en pie de lucha. Son los revisionistas del Holocausto perseguidos, golpeados y encarcelados sin oportunidad de tener los tan cacareados derechos humanos.
Son los autodefensas mexicanos luchando contra el  crimen organizado sin ayuda, contra el estado y contra el ejército por sus familias, por su derecho a defenderse por medio de las armas. Son los granjeros Boers asesinados y aterrorizados por hordas de negros que los persiguen pero que permanecen defendiendo la tierra que los vio nacer. 
El Hombre Trágico elige la muerte voluntaria no como un escape ni como una salida a la desesperación si no como una forma de ascender, de trascender, el suicidio es para el Hombre Trágico una forma de rebelión contra el mundo, el último gran acto de protesta.
Como Domique Venner que eligió la muerte voluntaria dentro de una catedral como forma de protesta contra la decadencia, como Mishima que se rebeló contra la decadencia de Japón, como aquel monje que se prendió fuego así mismo en un acto de protesta.
Todos Hombres Trágicos, todos hombres ajenos a este mundo y que sin embargo se mantuvieron luchando, todos ellos rebeldes, locos, destructores, guiados por un instinto dionisiaco dentro de la civilización fáustica.
Este nuevo siglo apenas tiene trece años y tiene rasgos de envejecimiento, es un siglo agotado, decrepito,  los niños nace con los ojos abiertos—tal como predijo Herodoto—pero nadie se ha dado cuenta o por lo menos fingen no darse cuenta.
Nuestro tiempo envejeció rápido, todo se actualiza deprisa, los niños crecen rápido, lo estético va desapareciendo, una revolución se olvida y surge una nueva que se olvida en un instante, todo se va actualizando velozmente como un estado de Facebook o un twit, nada permanece, todo se olvida.
Hoy tienes tus quince minutos de fama, mañana nadie te recuerda, hoy se abre una galería de arte, mañana nadie recuerda al artista y su obra, es la civilización en la que nada se recuerda y en donde rige la frivolidad.
Esta es la civilización agotada, que ha perdido su vitalismo y se ha refugiado en las modas pasajeras y las filosofías banales, que crea religiones sin espiritualidad para curar su vacío y que se aferra a un Pensamiento Único.
Esta es la época del Hombre Trágico, del hombre que lucha, del hombre incomprendido, del espíritu viejo dentro de un cuerpo joven.  Esta es la civilización trágica que toma la ilusión de una burda comedia. Nuestra civilización, nuestra existencia y nuestra tragedia.
(Source:  imaginacionalpoder77.blogspot.com)
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