viernes, 14 de agosto de 2015

El primer mestizaje

Cuando estudiamos historia en la primaria y en la secundaria se da una revisión superficial a las culturas precolombinas. En ellas aprendemos básicamente los conceptos de las épocas preclásica, clásica y posclásica así como las diferentes regiones donde se dieron culturas con manifestaciones arquitectónicas deslumbrantes.  Aprendemos acerca de las ciudades cuasi griegas de los mayas y del misterio de los olmecas, de la rivalidad de zapotecos y mixtecos y del apabullante poder azteca. Un mapa de culturas que la conquista destruye y que pocos de quienes somos mestizos podríamos decir qué tienen en común con el México actual o al menos con sus pueblos indígenas. Este libro trata de rehacer esa visión, transformarla con una teoría diferente que al parecer varios especialistas han contribuido a crear en las últimas décadas pero que, cosa extraña como tantas de nuestro país, tardará en salir a la luz pública e integrarse al sistema educativo.
Se sabe hasta el momento que América fue invadida por el ser humano en dos movimientos migratorios el primero de los cuales ocurrió entre el 40,000 y el 35,000 a.N.E., y el segundo en el diez mil a.N.E. Del primero prácticamente no quedan pruebas, en cambio del segundo existen numerosos vestigios en todo el continente que demuestran no sólo lo masivo de la ola migratoria sino la diversidad étnica que traía. Si bien todos provenían de Asia, por lo que el tipo físico predominante es mongoloide, al interior se encontraban una multiplicidad de etnias que pudieron eventualmente diferenciarse aún más al adaptarse a diferentes medios específicos. Después de dos a tres mil años de haber entrado en el continente la glaciación cesó y el clima se transformó lo que permitió empezar a recolectar plantas e introducirlas en la alimentación con diferentes modos de preparación. Poco a poco desde el año 7000 a.N.E. se van desarrollando las técnicas de cultivo y desde el 5000 a.N.E. se va domesticando el maíz hasta que alcanza un tamaño similar al actual alrededor del 3500 a.N.E. A partir de este momento se da un proceso de sedentarización en Mesoamérica.
El jade tiene una dureza de 7.5 siendo el máximo 10 para el diamante. Objetos mayas.
Mesoamérica es una palabra inventada para designar un área cultural-geográfica que no siempre coincide entre sí. México se divide en zonas costeras y zonas de altiplano. Por debajo de las sierras de Jalisco, Guanajuato y Zacatecas la vegetación y la humedad se incrementan paulatinamente hasta llegar a las selvas centroamericanas. Es visible que esta abundancia material permitió el desarrollo de asentamientos humanos que realizaron impresionantes obras culturales sin embargo no siempre se ocupó todo el territorio tropical y a veces la ocupación de estas culturas sedentarias tan magnánimas excedió a este territorio geográfico. Por encima de Mesoamérica está el territorio conocido como Aridoamérica que también conoció una población numerosa aunque generalmente más dedicada al nomadismo, compuesta de diversas etnias de las cuales una muy numerosa es el denominado filo utoazteca o yutonahua a partir de sus conexiones lingüisticas.

La tesis central del libro es que los movimientos migratorios del grupo nahua desde el norte hacia el sur los llevaron a establecerse a lo largo de una Mesoamérica donde ya existían grupos sedentarios. Estas migraciones nahuas son constantes al menos hasta donde puede rastrear la arqueología ya que desde que comienza la explosión civilizatoria en Mesoamérica se localizan elementos culturales que indican su presencia. Tales elementos serán comunes a toda la región desde un principio pero se dan en un mestizaje cultural con las zonas que ocupan, lo que conlleva a particularismos regionales más o menos marcados. Estos elementos son, groseramente enlistados, los siguientes: el calendario de 260 días (tonalpohualli en nahua, piye en zapoteco y tzolkin en maya); la escritura pictográfica a pesar de sus diversas evoluciones; las ofrendas a la tierra; el sacrificio humano que existe desde los primeros momentos culturales de mesoamérica; la guerra-juego (conocida como guerra florida); el politeísmo que muestra un nivel de diversificación del panteón y complejización conceptual a través del tiempo pero tiene continuidad histórica; el juego de pelota; el sistema numérico; la relación conceptual y religiosa entre espacio y tiempo; la organización arquitectónica; la función ideológica político-religiosa de las manifestaciones artísticas; la tradición sobre la muerte y el sustrato cultural alimenticio basado en el maíz y otros productos.
Para poder realizar un análisis nuevo el autor deshecha el esquema histórico que divide a las civilizaciones precortesianas en tres periodos: preclásico, clásico y posclásico, periodización que inicia en el 2500 a.N.E. con los primeros indicios de cerámica. En su lugar el autor propone una división en cinco periodos donde los primeros indicios de cerámica se rastrean en el 1500 a.N.E. Así las épocas históricas que plantea son:
  1. Época I del 1200 al 500 a.N.E.
  2. Época II 500 a.N.E. – 200 n.e.
  3. Época III 200 – 800.
  4. Época IV 800 – 1300.
  5. Época V del 1300 a 1519.
La Época I está caracterizada por el horizonte olmeca que tiene características bien definidas y cuyas pruebas se encuentran de Michoacán hasta Costa Rica en diferentes cantidades y de forma irregular. Los olmecas emergen cerca del año 1200 a.N.E. pero surgen en lugares con ocupación previa. De acuerdo al autor en los sitios se detecta la presencia de restos previos que sin embargo no tienen las características olmecas. La homogeneidad del estilo más allá de la zona veracruzana, sus características, la ruptura estilística, el hecho de que no se ha identificado plenamente el grupo étnico al que pertenecían y el aumento demográfico que hay desde el 1500 llevan al autor a apoyar la tesis de la nahuatlidad del grupo olmeca; en ella ese grupo originalmente migrante proporciona el catalizador y directriz para el surgimiento de manifestaciones culturales en profundo contacto con los grupos sedentarios previos a su llegada.  Así como se identifican los componentes nahuas también se identifican manifestaciones culturales completamente extrañas a los grupos de filiación utoazteca como el culto a la fecundidad femenina, ciertas formas cerámicas, entre otros elementos. De todas maneras la tónica del libro es demostrar a través de diversos ejemplos propios de varias ramas antropológicas cómo se puede detectar el simbolismo nahua en el arte olmeca.
Estatuas gemelas de dignatarios olmecas
La Época II se caracteriza por el declive de la homogeneidad olmeca y el surgimiento de estilos regionales. Curiosamente pertenecen a esta época las cabezas gigantes antes tenidas por olmecas. Esta parece ser una conclusión general en estos momentos entre los especialistas más allá de la tesis central del libro.  En este periodo surgen estilos regionales guatemaltecos en la costa del pacífico profundamente nahuas pero que ya prefiguran el arte maya que se va a desarrollar en las zonas altas, hacia el norte y la península de Yucatán. El polo de poder y creación cultural descansará en esta zona costera de Guatemala. Así mismo en Oaxaca se empiezan a desarrollar las características culturales de los Zapotecos así como las primeras ocupaciones de Monte Albán. En el Valle de México se generalizan los asentamientos costeros junto al lago de Texcoco como Zacatenco, Ticomán, Tlatilco y más al norte se coloca Teotihuacán por fuera del ecosistema mesoamericano, más enclavado en las zonas áridas. En este periodo las ciudades están lejos de alcanzar su mayor ocupación poblacional pero están más cerca de alcanzar su superficie máxima de crecimiento, al mismo tiempo los dioses se han diversificado y la arquitectura consolida las formas escalonadas de las pirámides.
Al occidente y desde la Época I hay diferencias culturales notables pero es en la Época II donde se hacen ostensiblemente claras, posiblemente ni siquiera hay ruptura para las zonas de Colima, Nayarit y Jalisco entre ambas épocas que tienen un desarrollo cultural diferente. En aquellos rumbos se han encontrado figurillas, cerámica y tumbas de tiro (como pozo) que indican una diferencia cultural profunda y una ausencia de contacto o mestizaje con la zona mesoamericana-nahua. Esta diferencia apunta a los orígenes sudamericanos de la cultura Tarasca. En cambio el área maya y totonaca generan un proceso de resistencia hacia el gran poder mesoamericano al sur del que se habló anteriormente; el Dr. Duverger admite que tales grupos étnicos en un principio son más semejantes a las poblaciones amazónicas o caribeñas y que poco a poco van introduciendo el modelo mesoamericano.
En la Época III se da una ruptura entre el mundo maya y el mundo nahua, esta época es la tradicionalmente identificada como Periodo Clásico. En esos momentos Teotihuacán se desarrolla plenamente y junto con las influencias nahuas dispersas por todo el Altiplano incluyendo Monte Albán, ejercen el control cultural de Mesoamérica como se trasluce en las afinidades culturales, simbólicas y religiosas que arrojan los restos arqueológicos. Finalmente logran penetrar las zonas totonacas aunque en un mestizaje claro y que mantiene especificidades culturales de la zona. Igualmente la zona sur de Veracruz y frontera con Tabasco se ve completamente permeada por estilos nahuas. Sin embargo este dominio cultural va a ser efímero porque se da a la par de un agotamiento cultural y social que normalmente recordamos en la caída de Teotihuacán y en menor medida Monte Albán pero que es paralelo al descenso de la actividad, parálisis y abandono de casi todas las grandes urbes de mesoamérica hacia el siglo VIII.
Es en ese momento cuando el otro gran polo de poder que es el mundo maya florece en su máximo esplendor. Con un desarrollo cultural mucho más acelerado a partir de la influencia mesoamericana y sin la competencia de la misma los mayas empiezan a construir aceleradamente y a expandirse territorialmente. Apenas han terminado de aprender los modelos culturales nahuas cuando ya se diferencian con una creatividad agresiva que se manifiesta en cambios en la forma de escritura y en la construcción de las pirámides altísimas con sus cresterías como en Tikal, incluso se diferencian gravemente los estilos entre sí. Así mismo el especialista afirma que diversos elementos culturales presentes en Xochicalco, estado de Morelos, son evidencia de posibles expediciones mayas para ampliar su zona de influencia o control. Sin embargo su poder será efímero ya que en el siglo IX empezarán a entrar en crisis.
Por su parte el occidente del país empieza a ceder ante el empuje de la influencia nahua, aunque antes de ello alcanza su máxima extensión ocupando Jalisco, Nayarit, Colima y una parte de Zacatecas. Sus manifestaciones culturales tan propias y diferentes del resto de mesoamérica o aridoamérica no permiten apuntar bien cuál era su origen étnico, a pesar de las similitudes con sudamérica como se mencionó anteriormente. El especialista encuentra un declive cultural que de todas formas no será aprovechado por las regiones centrales que tienen su propio proceso de decadencia.
Otro mito a sustituir parece ser el de la caída violenta de Teotihuacán. El declive cultural que se aprecia en los restos materiales se suma a la falta de evidencia de desastres o saqueos de la ciudad. Tres siglos separan el fin de los primeros nahuas (paleonahuas) y la irrupción de los toltecas (neonahuas) en la Época IV.  En una zona comprendida por Querétaro, Tulancingo, Puebla y Toluca irrumpen los Toltecas sin violencia, adueñándose de las ciudades abandonadas, adquiriendo las costumbres y usos de sus parientes en decadencia y de ahí se lanzan a una reconquista del poder nahua. Lejos de buscar la instauración de un reino o imperio (concepto totalmente ajeno a la dinámica política de mesoamérica)  atacan el poder maya y fortalecen todas las comunidades nahuas o con formas culturales nahuas. En un par de cientos de años destronan, trastocan y sustituyen el poder y la cultura maya transformándola a los valores toltecas que si bien están emparentados con los teotihuacanos son ligeramente más burdos.
Es este mismo periodo de toltequización el que constituye su propia esencia. Mientras se hacen dueños de mesoamérica son fuertes, al final de ese proceso desaparecen aunque el autor identifica dos etapas: una del 800 al 1100 y otra del 1100 al 1300. En la primera se da la instauración de Tula y la conquista de los mayas pero termina precisamente con el fin de Tula y la caída de Chichen Itzá lo que marca el fin de la dominación en la zona. En este periodo llegan al Valle de Oaxaca lo que marca la irrupción de los Mixtecos. En los libros de historia tradicionalmente se habla de una diferencia Zapoteca y Mixteca diciendo que los segundos sucedieron a los primeros en el control y hegemonía de la zona por medio de la conquista. Para el autor es sólo un cambio de influencia cultural nahua sobre la misma base étnica cuyos grupos mantuvieron siempre un fuerte contacto. En la segunda etapa el impulso tolteca es tal que vence la resistencia de la zona huasteca en el oriente y la zona tarasca en el occidente obligando a estos últimos a retraerse a tierras altas de Michoacán y perdiendo todo control costero, aunque al mismo tiempo se da en esta zona la entrada de metal a las zonas nahuas que sin duda es importación sudamericana. Con ello Mesoamérica alcanza su máxima extensión hacia el Río Pánuco, hasta Sinaloa y hasta Nicaragua.
Sin duda las tribus nahuas siguen bajando del norte, el impulso tolteca no es cosa de un grupo aislado sino un proceso migratorio continuo que culmina o al menos continuaba en el momento de la fundación de México-Tenochtitlán por los Aztecas. La hegemonía Mexica sobre buena parte de Mesoamerica comprende la Época V brutalmente interrumpida por la conquista española. Pero los mexicas se sedentarizan sobre un territorio previamente toltequizado donde existen importantes ciudades como Azcapotzalco, Tlacopan, Colhuacán, Texcoco o Chalco. El periodo mexica es ampliamente conocido, comprende dos siglos de un ascenso increíblemente rápido al poder ayudado de otros poderes nahuas que finalmente llevan a la hegemonía completa de estos grupos étnicos sobre mesoamérica. Aún cuando no logran penetrar políticamente el área tarasca y el área maya (donde el poder político se retrae después de la caída tolteca), y la zona centroamericana tiene un escaso nivel de dominación, el mestizaje cultural permite hablar no solo de la nahuatlización (ya instaurada) sino de una mexicanización de toda el área mesoamericana. La hegemonía es tal que la recuperación que harán los frailes del siglo XVI estará basada mayoritariamente en la cultura nahua y específicamente en la mexica.
Es este el primer mestizaje, aquel donde nuestros antepasados son el producto de el mestizaje cultural y muy posiblemente también genético entre una gran cantidad de nahuas que inmigraron a mesoamérica durante miles de años junto a poblaciones que lo hicieron en tiempos aún más remotos: pames, otomís, mazahuas, matlatzincas, popolocas, mixtecos, zapotecos, mangues, tarascos, huaves, huastecos, totonacos, zoques, mixes, mayas; sin olvidar los no mesoamericanos como seris, cohualitecas, tlapanecos , jicaques, xincas, lencas, chibchas y todas las etnias y grupos al interno de esas familias.
Este libro también provoca, en sus últimas páginas, otro pensamiento. ¿Cómo subyugaron los españoles a un conjunto de 25 millones de personas? Y en esto quisiera salir un poco del libro e introducir otros pensamientos y otras fuentes. Durante el siglo XVI los parientes de Moctezuma visitaron las casas reales europeas como visitantes distinguidos de un imperio derrotado. Sin duda esto servía a la fama de Carlos V y de su hijo Felipe II sobre todo en un mundo global y conflictivo donde había guerra con Otomanos, árabes, ingleses, protestantes, y  se descubrían las maravillas de japón, china, siam, india, mexicas, incas, entre otros; de pronto tener un imperio como el de Carlos V (el más grande de Europa después de los romanos) debió haberse empequeñecido repentinamente. Mientras tanto los frailes hicieron su esfuerzo por que a los naturales les fuera su reconocimiento como humanos lo que se consiguió mediante bula papal. Finalmente sólo los pobres y los aventureros se lanzaban a América en los primeros años a hacer fortuna. ¿Cuál era el poder de España en América? Incluso con la fuerza de las armas ¿qué poderosas herramientas utilizaron los conquistadores militares y espirituales para no ser expulsados de estas tierras o muertos en las mismas?
El libro de Duverger también nos lleva a reflexionar en torno al proceso de adaptación y mestizaje de la conquista. Tradicionalmente hemos visto las modificaciones en el campo de lo espiritual y lo ideológico como un proceso aculturizador pero aquí nos habla de cambios más sutiles y más cotidianos. Mucha de la producción cultural que se halla en los museos y bodegas de Europa son obras posteriores a la conquista de Tenochtitlán producto de maestros artesanos cuyos sentidos se abren a experimentar para producir nuevas figuras que incorporan conceptos europeos. Es un mundo que cultural y socialmente sufre la imposición de los españoles pero que aún es completamente indígena en su vida cotidiana, en su arte, en sus costumbres, en su religión, en prácticamente cualquier aspecto. La colonialización se dará de forma efectiva hasta un siglo después de la conquista cuando España pierda el control de Flandes y de las posesiones italianas viéndose obligado a voltear a la explotación real de los territorios americanos. Mientras, subyugado, un mundo indígena aún vive alimentándose de un mundo nuevo que ha venido hacia ellos. No ver esto es un error común que peca de conmiseración y paternalismo.
En 1697 Tayasal se convirtió en el último reducto mesoamericano en ser conquistado. De todas formas el norte nunca se doblegó completamente a España. Para el siglo XVIII existen numerosas rebeliones indígenas mientras los criollos, desposeídos de identidad cultural, empiezan a hacer suyos los símbolos mexicas en lo que desembocará en una identidad creada como nación. La colonia es un proceso violento de aculturación pero aún con el despojo no representa la pérdida de la identidad indígena que necesariamente se da posteriormente en el proceso de mestizaje, modernidad y urbanización desde los Borbones hasta el siglo XX. ¿En qué momento perdimos ese primer mestizaje? ¿Qué tanto somos y podemos recuperarlo? ¿Con qué legitimidad? ¿Cómo podemos integrarnos a e integrar a los mexicanos de las etnias? Debemos empezar a comprender que si volvemos a adoptar las culturas ancestrales en mayor o menor grado tienen semejanzas y tienen diferencias que nos obligan a respetarnos en nuestras diferencias étnicas y regionales. Pero, de ser cierto lo que dice el libro, ahora ya sabemos que sí hay un sustrato común, que sí hay un primer mestizaje.
Águila sobre nopal en época colonial

(Source: soldatsfromavalon.wordpress.com)
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