lunes, 7 de diciembre de 2015

Los guerreros masai rompen tabúes convirtiéndose en peluqueros

El guerrero masai Lempuris Lalasho fue al santuario turístico de Kenia, Mombasa, para encontrar una mujer blanca y casarse, pero terminó trabajando como peluquero, un oficio tabú en su cultura.


Su historia abre una ventana en el tenso ajuste entre su antigua tribu y la vida moderna en la mayor economía del este de África, cuyas playas al borde del océano Índico atraen a millones de turistas, incluyendo a mujeres que buscan sexo.


Los guerreros masai o moran son un elemento habitual en las playas kenianas y en sus renovados parques de safari y ataviados con sus vestimentas tradicionales, suelen trabajar como guías o como guardias de seguridad.


Sin embargo, a veces los jóvenes que atestan las playas esperando hacer fortuna, soñando casarse con una turista blanca, tienen que actuar en contra de sus tradiciones.

El estatus de Lalasho como un moran implica que está a cargo de proveer protección y recursos a su pueblo, y hace que su trasgresión sea más seria.


Los guerreros masai no tienen permitido tocar el cabello de las mujeres, ya que se considera un acto degradante en su cultura patriarcal, arriesgándose a una maldición de los ancianos o incluso a ser expulsados de la comunidad.



"Si mi padre se entera de lo que estoy haciendo, se enfadará mucho conmigo y podría incluso echarme de casa", afirmó Lalasho, originario de Loitoktok, cerca del monte Kilimanjaro, en la frontera con Tanzania.


"Pero tengo que comer, esa es la razón por la cual rompo el tabú, ya que la vida en la ciudad es muy cara", afirma.

Se estima que cerca de 500.000 masais viven en pueblos aislados en el norte de Tanzania y el sur de Kenia, llevando un estilo de vida seminómada como pastores de rebaños de vacas.

La sequía y el hambre en las regiones rurales originadas por el cambio climático ha empujado a miles de hombres a emigrar a los pueblos y a las ciudades.

En centros turísticos como el de Mombasa, estos hombres trabajan en la hotelería, como vigilantes nocturnos, en herbolarios y como peluqueros.

"Mi amigo Leishorwa es rico ahora. Se casó con una mujer mzungu (blanca) que se lo llevó a ...Nueva Zelanda ¿O Suiza? No lo sé. Volvió para construirse una casa grande y compró muchas vacas. Lo envidio", afirma Lalasho, quien es analfabeto y no lleva la cuenta de su edad.
Lalasho no ha tenido tanta suerte y se ha visto forzado a utilizar sus habilidades para moldear el cabello en finas rastas rojas, que adquirió a través de su educación tradicional, para vivir.

Sin embargo, para el anciano masai Michael Ole Tiampati estos actos de hombres como Lalasho amenazan el destino de su cultura.


"Es una abominación y una humillación que un moran toque el pelo de una mujer", afirma Tiampati, quien explica que los guerreros de su cultura son percibidos como eróticos por las pensionistas europeas que vienen a su país y afirma que los jóvenes que han ido en contra de los designios de la tradición deben pagar un precio por volver a ser aceptados en la comunidad.






(Source: es.reuters.com, wickedmagazine.org) votar

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