martes, 19 de abril de 2016

El multiculturalismo no funciona en Francia


Antiguo motor de crecimiento económico, la inmigración se ha transformado en una pesadilla social, tras la aparición de guetos suburbanos donde el multiculturalismo se ha convertido en un pudridero del tejido social. Entre 1946 y 1980, la inmigración creció del 4% al 7 % de la población nacional. Y la construcción de ciudades y suburbios de nuevo cuño permitió una integración satisfactoria, sin conflictos importantes. Fueron años de gran expansión económica. 



La inmigración se convirtió en una pesadilla nacional entre 1980 y 2005. El 24 de diciembre de 1980, el Partido Comunista, miembro de un gobierno de izquierda, decidió expulsar «manu militari» a 300 inmigrantes africanos utilizando un «bulldozer» para destruir el hotel donde habían encontrado refugio en un suburbio del norte de París. En el invierno de 2005, el presidente Chirac tuvo que recurrir al Ejército y al toque de queda nacional para sofocar de ese modo la sublevación incendiaria de varios centenares de suburbios en toda Francia




Entre 2005 y 2015, los suburbios -la «banlieu»- se transformaron en guetos donde la delincuencia, el tráfico de armas y drogas y las vocaciones yihadistas han crecido de manera espectacular. Entre 500 y 1.000 franceses nacidos en unas 780 «zonas urbanas sensibles» han huido de Francia para enrolarse en organizaciones terroristas islámicas, como Daesh o Al Qaida del Magreb. Durante los últimos tres años, un rosario de matanzas terroristas han sido protagonizadas por franceses de confesión musulmana, hijos o nietos de inmigrantes. 



En su día, Nicolas Baverez declaraba a ABC: «La crisis de los suburbios, en el invierno de 2005, puso de manifiesto que han aparecido zonas donde la guerra civil multicultural es un riesgo creciente». Tras las matanzas terroristas del año pasado, Alain Finkielkraut insiste: «Francia vive una suerte de identidad desgraciada. Hay muchos ciudadanos que son franceses, administrativamente, pero no lo son culturalmente. Debemos frenar o cortar la inmigración para intentar reconstruir los fundamentos de nuestra vida en común». 



Entre cinco y seis millones de franceses (en un país de 65,8 millones de habitantes) se dicen musulmanes. Otros tres o cuatro millones son franceses de raza negra. Desde principios de siglo, es imposible ser elegido presidente de Francia si no se cuenta con el voto negro y musulmán. Esa realidad política y sociológica comenzó a tener una dimensión dramática tras la expansión del terrorismo islámico. 




Todas las teorías científicas reposan sobre postulados.​ La validación de una teoría científica exige pruebas experimentales. Los resultados de la experiencia deben confirmar los postulados básicos, no contradecirlos.
​Tomemos un ejemplo. La mecánica clásica reposa sobre las tres leyes de Newton.​
​Si se demostrara que alguna de esas leyes ​fuera falsa, el soberbio edificio newtoniano se vendría abajo como un vulgar castillo de naipes. Sin embargo, desde hace más de 300 años, la mecánica de Newton ha demostrado ser infalible. La demostración más brillante y más contundente de su autenticidad es sin duda alguna el programa espacial Apolo. Es sobre los principios físicos descubiertos por Isaac Newton en el siglo XXVII que los ingenieros de la NASA calcularon con precisión las trayectorias del cohete Saturno V, del LEM ​(​Lunar Excursion Module) y de la nave Apolo que permitió a Neil Amstrong y Edwin Aldrin desembarcar en la luna y volver sanos y salvos en julio de 1969.
​El multiculturalismo también está basado sobre unos postulados.​ Un primer postulado afirma (sin nunca haberlo demostrado) que una sociedad multiétnica es más rica (en todo sentido) que una sociedad étnicamente homogénea.
Ese postulado reposa sobre un segundo postulado que afirma que un inmigrante no aporta a su país de acogida más que beneficios y cosas positivas. Eso podría ser parcialmente verdadero si se tratara de una inmigración muy escogida y que respondiera a las auténticas necesidades del país que la recibiera. Éste no es de ninguna manera el caso de España en estos últimos 20 años ni en los demás países europeos desde hace varias décadas más.
​Un tercer postulado​ pretende que es posible crear una sociedad viable mezclando gentes provenientes de todos los puntos cardinales de la tierra. Eso supone que todas las culturas valen lo mismo y que se pueden mezclar, a la manera de un pintor, que enriquece su paleta dosificando saviamente sus colores.
​Para finalizar, el cuarto postulado del multiculturalismo sobreentiende que el inmigrante abandonaría una cultura, un idioma, una religión, unas costumbres y unas tradiciones seculares para adaptarse a los usos vigentes en el país de acogida y fundirse en esa sociedad ella aportandole discreta y sutilmente un pequeño toque personal de enriquecimiento. Eso es lo que se llama en la jerga multiculturalista la “integración”.​

​Ahora bien, como se decía a modo de introducción, todas las teorías deben ser demostradas de manera experimental para ser consideradas como válidas.​
¿Qué pruebas de su validez nos ha aportado en estos últimos 40 años el multiculturalismo?​ Ninguna. Absolutamente ninguna.
​Desde los años 80, la mayoría de los países europeos están sometidos al fenómeno de las revueltas urbanas, protagonizadas por personas surgidas de la inmigración (primera, segunda, tercera, cuarta generación…).
​Lejos de haber contribuido a crear una sociedad (francesa, belga, británica, española…) homogénea y enriquecida, la inmigración masiva extra-europea de estas cuatro décadas pasadas ha permitido en realidad el nacimiento de sociedades paralelas con sus respectivos valores y modos de vida diametralmente opuestos.​
Los índices de criminalidad y de delincuencia se han multiplicado por 5, por 10, a veces por más, desde los años 50 de siglo pasado. en la mayoría de los países afectados por este fenómeno de la inmigración masiva extr​a-​europea.


​Los apóstoles del multiculturalismo, los inmigracionistas, los cosmopolitas y los izquierdistas proclaman a grito pelado que este fenómeno está relacionado con la pobreza, la marginalidad, y no con la inmigración. Esta teoría sociológica, que estipula que los i​ndividuos socialmente desfavorecidos son más proclives a caer en la criminalidad nunca ha sido demostrada por ningún criminólogo serio. Si eso fuera cierto, España, por ejemplo, hubiera padecido una criminalidad espantosa en los años de la posguerra española, cuando la población pasaba por penurias realmente extremas en muchos casos y el hambre era la realidad cotidiana de millones de españoles. Volviendo al presente, los mayores índices de criminalidad corresponderían a las provincias más pobres de España. Pero la verdad es que la criminalidad está desatada en las zonas más ricas, como Madrid, Cataluña, País Vasco, País Valenciano… Curiosamente en regiones con las mayores poblaciones de origen inmigrante.
​El multiculturalismo es una fuente permanente e inagotable de beneficios y bendiciones: esa es la versión de sus defensores y promotores. Se nos pide que creamos ​ese mantra haciendo un acto de fe ciega.
​Los sociológos del régimen nos dicen que las sociedades europeas vienen enriqueciéndose gracias a ala inmigración desde hace 40 años. Debemos concluir, por ejemplo, que el rap es una forma de arte tan válida como la música de Mozart.
La teoría multiculturalista supone que los barrios con una gran población inmigrante deberían ser focos de una increíble riqueza, no solamente monetaria, sino también cultural, filosófica, artística, humana, social, incluso espiritual.​
​Los barrios de inmigrantes, verdaderas zonas fuera de la ley en las que policías, bomberos, médicos, ambulan​cias y carteros son sistemáticamente agredidos, los barrios en los que las personas decentes caminan aterrorizados y son tomados como rehenes por traficantes de droga y demás escoria, eso sería la famosa “riqueza” de la cual nos hablan a diario.
Se dice a menudo que la inmigración siempre ha existido. Es en parte cierto, pero eso no significa que una sociedad con algunos inmigrantes ​tenga que volverse obligatoriamente en una sociedad multirracial y abandonar su cultura para volverse “multicultural”.
​Si mezclamos japoneses, coreanos, chinos, vietnamitas y tailandeses, se obtendrá una “sociedad multicultural” pero étnicamente homogénea al tratarse sólo de asiáticos.​ Con el tiempo se fundirán seguramente en una misma unidad cultural al llegar a ser un solo pueblo, resultado de esa fusión.

Ese mismo fenómeno se ha dado siempre entre los pueblos europeos. Algunos países han recibido en otras épocas inmigrantes de origen italiano, español, portugués, polaco, alemán, ruso, inglés…​ La proximida​d​ étnica ​y cultural ​de eso grupos ha dado sus frutos y ​ha ​logrado un modelo de sociedad coherente. ​E​se modelo de sociedad​,​ que ha demostrado su funcionalidad durante siglos, no tiene absolutamente nada que ver con el bulldozer multiculturalista que nos están imponiendo.
​El multiculturalismo no es una teoría ​científica ya que ningún investigador ha podido a día de hoy demostrar su validez a partir de datos experimentales recogidos sobre el terreno. Peor aun, los datos tienen la puñetera manía de destruir esos postulados. En realidad, cuanto menos se estudia el multiculturalismo, mejor se porta. Lo ideal sería no estudiarlo para nada. Hay que admitirlo como verdadero, en un acto de abandono total, como cuando se entrega su destino en las manos de un gurú.
​Al igual que la alquimía, que ha tratado vanamente durante siglos transmutar el plomo en oro, el multiculturalismo no creará nunca la menor cohesión en una sociedad patchwork.​
El multiculturalismo no puede engendrar ninguna sociedad, ya que dinamita sin tregua los mismos cimientos de todo aquello que constituye un pueblo desde hace milenios. Sólo puede crear una nación arcoiris cangrenada y esclerótica, que favorece el comunitarismo, exacerba las tensiones étnicas y potencia los extremismos.​
​En nombre de un supuesto amor al “Otro”, el multiculturalismo nos ofrece paradójicamente todos los ingredientes para detestarlo.​ La ​verdad es que el multiculturalismo hay que colocarlo en la misma estantería que los inventos del profesor Silvestre Tornasol.
​Existen palabras que describen este tipo de teorias: embuste, superchería, charlatanería, estafa, fraude, gilipollez…​




(Source: taringa.net, alertadigital.com)
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