El acto cotidiano de transformar ingredientes en alimentos, tomó una especial relevancia
en el México de los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Esto debido en parte, a la asociación
de la comida con el nacionalismo posrevolucionario, enmarcado en un discurso de salud,
nutrición, trabajo y raza. Uno de los objetivos del estado nación, como lo muestra el trabajo de
Benedict Anderson, era crear un sentimiento de identidad y orgullo entre todos los habitantes
de un territorio delimitado1. Eso, en el caso de México, implicaba responder a las siguientes
preguntas: ¿Qué es ser mexicano y cuáles son los valores e historia que nos identifican? El
presente trabajo explora cómo se construyó dicha idea a través de las prácticas cotidianas, en
especial, la comida. Para ello me centraré en el análisis de los textos sobre economía doméstica
escritos por la maestra Ana María Hernández.
El estudio de la alimentación resulta fundamental para comprender la relación entre
género, etnicidad y clase en la formación de los estados-nación. Si bien autores como Jeffrey
Pilcher, Paulo Drinot y Stefan Pohl-Valero han explorado la creación del estado-nación desde
una perspectiva culinaria y de nutrición, es necesario retomar dicho tema con una perspectiva de
género2. Este artículo muestra la importancia que tuvieron las mujeres como reproductoras de
ideas y prácticas alimenticias, y en esa medida su participación en la creación del estado-nación.
Sin embargo también enfatiza la consolidación de un estado patriarcal que buscó ocupar el lugar
del pater familias en el hogar.
Ideas sobre género, raza, clase y modernidad se entretejen en el discurso de mestizaje
que surge entre 1920 y 1950. La idea de México como una nación mestiza fue acuñada por intelectuales como José Vasconcelos y Manuel Gamio, representada por artistas como Diego
Rivera y diseminada por miles de maestros como lo muestra el trabajo de Mary Kay Vaughn3.
El objetivo era transformar a los habitantes de México en mestizos: una mezcla entre españoles
e indígenas, pero donde la cultura española dominaba sobre la indígena. El mestizo tenía
que hablar español y comer pan de trigo, utilizar cubiertos y vestir “como la gente decente”. El
mexicano moderno debía de ser disciplinado y trabajador, debía reproducir el ideal de la clase
media inspirado en su equivalente europeo y estadounidense. La creación de la nación mestiza
se da en el siglo XX, pero es heredera de ideas y prácticas que inician décadas atrás, en especial
durante el régimen de Porfirio Díaz (1877-1910).