domingo, 24 de julio de 2016

Mexicanos en la realidad estadounidense


I. Ellos son perezosos, sucios y feos, no puedo menos que compararlos con una manada de cerdos. (John Quincy Adams, hablando de los mexicanos en carta privada escrita a la edad de 12 años por quien sería el sexto presidente de los Estados Unidos, 1772)

II. Nunca he tenido la menor duda de que los californianos encabezaban a la raza humana en cobardía, ignorancia y crueldad. En pocas palabras los californianos son imbéciles y pusilánimes. No se puede dejar en manos de esa clase de hombres ese hermoso territorio. Tienen que irse. (Texto escrito cuando la Alta y la Baja California eran entidades de México habitadas por mexicanos, por Thomas Jefferson Farnham, Viajes por las Californias y escenas del Océano Pacífico, 1844)

III. No les veo nada de pintoresco, los mexicanos son simplemente sucios (…) Las mexicanas son una especie de mezcla entre monas e indias. De todo lo que he visto nada me ha impresionado tanto como la fealdad de estas mujeres. (Richard Harding Davis, carta privada escrita durante un viaje a San Antonio, Texas, 1892)




IV. Si pudiéramos hacernos del territorio sin la población sería muy bueno. Pero las razas híbridas son adquisiciones indeseables, especialmente las de origen español e indio. Hacer del greaser un ciudadano es simplemente inadmisible. (The Old Spirit, 1892)

V. El mexicano nativo es un gran cargador (…) un perro fiel que no se queja de las cargas pesadas (…) los mexicanos son los mejores sirvientes del mundo. (Frederick Starr, fines del Siglo XIX)

VI. Desafortunadamente hay que admitir que México demuestra la verdad de esa ley que dice que la gente de sangres mezcladas tiende a heredar todos los vicios de sus ancestros y ninguna de sus virtudes. (George B. Winton, El México de hoy, 1913)

VII. El contraste entre ambos comandantes era notorio. El teniente mexicano, en su afán de ganar unas pulgadas de estatura, se paró en la vía de acero. En vano. El americano lo sobrepasaba, como torre. El americano era, bueno, americano. Había poco de mexicano o de español en el otro. Era patente que primordialmente era un indio. Más indios todavía eran los soldados que lo seguían, harapientos y huarachudos. Chaparros, acuclillados, con ojos pacientes, aguantadores, así han sido los peones durante los largos siglos previos a Cortés, cuando aztecas y toltecas los esclavizaban para que llevaran sus cargas (…) Criaturas bajas y bovinas (…) estos soldados-peones son dignos descendientes de los millones de estúpidos que no pudieron resistir a unos cuantos pelagatos encabezados por Cortés y que, estúpidamente, cambiaron el yugo de los Moctezumas por el no menos rudo yugo de los españoles y de los mexicanos que siguieron a estos (…) No se pueden pacificar ellos mismos, que es lo que México necesita en realidad, porque son muy débiles, muy ineficaces, muy turbulentos y muy desordenados (…) Huerta es la flor misma de los indios mexicanos (…) Huerta ha cometido errores: 1) no haber matado a Zapata cuando tuvo la oportunidad y 2) no haber matado a Villa cuando lo tuvo de espaldas a una pared. (Jack London, México intervenido: Reportajes desde Veracruz y Tampico, 1914) VII. No sólo cultiva la tierra, trabaja las minas y asume las más duras labores, sino que actúa como un sirviente. Pese a todos sus defectos, tiene algunas maravillosas cualidades. Aunque no se distinga por su honestidad o su limpieza, hay un cierto encanto en esta clase de gente, y es que acepta de todo corazón su posición subordinada. Siempre atento, incapaz de tomarse libertades, siempre con su sombrero en la mano, el indio no tiene más que respeto que mostrar (…) Pese a su suciedad, su ropa hecha jirones, su raído sombrero y su asquerosa cobija, el indio mexicano es siempre un caballero si es tratado apropiadamente. Pese a sus faltas ha sido importante para el progreso de México. Ha sido esencial para la agricultura, aunque por su entorno tropical y sus características mentales no es muy apropiado para utilizar herramientas modernas y deja mucho que desear como granjero. No hace su trabajo con inteligencia. Hace cientos de años sus ancestros trabajaban la tierra con un palo de madera y él se contenta con usar el mismo implemento. Una sociedad que diera un moderno arado a cada indio no le haría ningún bien, ni le interesaría usarlo ni podría. El ideal de su vida es la haraganería. No quiere luchar, sus únicos deseos son contar con un piso de tierra y un muro de adobe en el que recostarse con sus puercos, sus tortillas y sus frijoles. No necesita más que una delgada lata para calentar agua o cocinar y un par de piedras para hacer sus tortillas (…) No es capaz de leer o escribir, es incapaz de pensar, su modo de vida es simple y primitivo.(W. E. Carson, México, la maravillosa tierra del sur, 1914)

IX. La puerta se derrumbó como un puñado de cerillos. Saltamos hacia adentro y lo primero que vi fue la figura de un mexicano, moviendo los brazos y gritando cosas en español. Se veía muy peligroso. –Mátalo– me ordenó el teniente. Estaba yo parado tan cerca de él que casi no pude alzar el rifle. Aun así lo levanté y disparé. La bala le pegó en el mero corazón. (J. J. McLauglin, infante de marina que participó en la ocupación de Veracruz de abril de 1914).

X. Las tareas que nos hemos impuesto y que tenemos por delante son inmensas. Está bien que nosotros digamos que nuestra lucha es sólo para eliminar a Huerta y que no sentimos enemistad alguna hacia el pueblo mexicano, pero ¿creerá esto el pueblo de México? ¿Lo creerán los llamados rebeldes? Indudablemente que no, porque no está en su naturaleza. Una raza que en su mayor parte está compuesta de mestizos, de indios y aventureros españoles no puede fácilmente creer que peleamos por demostrarle nuestro amor. Durante siglos ha sido víctima de la opresión, de la superstición, de la degradación de todas sus autoridades. Y si sospecha de nuestros propósitos, no debe culpársele por ello. Ahora bien, considerándonos sus enemigos, la nación se unirá para combatirnos. No nos hagamos ilusiones a este respecto. Aun aquellos que odian a Huerta se pondrán de su lado para pelear contra nosotros. Hoy o mañana, muy pronto nos encontraremos en guerra con México. Sabemos qué clase de guerra será ésta. Tenemos experiencias análogas. La lucha no ha de ser muy larga; no durará los cinco años que piensan algunos; pero probablemente dure tres. Acabaremos la conquista prontamente, y entonces haremos por México lo que hemos hecho por Cuba, por Puerto Rico y Filipinas: salvar al pueblo de sí mismo. (The Mining & Engineering World,abril de 1914)

XI. La Convención de Aguascalientes se parece bastante, por lo visto, al congreso de monos que el señor Kipling describe en El libro de la selva. (Thomas Hohler, 1915)

XII. (Con la anexión de México, los Estados Unidos tendrían) 15 millones de negros más para gobernar, menos capaces que los negros del sur para gobernarse a sí mismos. No puedo imaginar calamidad mayor para nuestro país. (W. Shepard. Informe al presidente Woodrow Wilson. 1915)

XIII. El peón mexicano sabe muy bien que su destino es servir, así como lo saben los negros del sur. (National Geographic, julio de 1916)

XIV. Me siento como cuando pesqué mi primer pez espada. (Declaración de quien llegaría a ser el famoso general George Patton, tras matar al villista Julio Cárdenas, durante la expedición punitiva que perseguía a Francisco Villa en 1916)

XV. El hombre blanco es el mejor maestro del mundo. Él se encargará de encaminar a los mestizos y a los indios de México, seguramente y con agilidad, por el camino de la civilización. (Wallace Thompson, La mente mexicana, 1922)

XVI. Hay muy poca sangre blanca en el gabinete –es decir es muy delgada–. Calles es armenio e indio; León casi casi totalmente indio y torero aficionado; Sáenz, ministro de Relaciones Exteriores, es judío e indio; Morones tiene más sangre blanca, pero no por ello es mejor; Amaro, el secretario de Guerra, es un indio de pura sangre y es muy cruel. (James Rockwell Sheffield, embajador de los Estados Unidos en México, 1925)

XVII. El cruce y entrecruce de mexicanos y españoles a través de siglos es lo que ha multiplicado una mezcla de gente con truenos en la sangre; estos son los llamados mestizos, que ahora componen más de la mitad de la población mexicana, y los que, desde su nacimiento no han sido más que fuente de inquietudes siniestras para el país. (Leone Blackmore de Moates, Truenos en sus venas. Recuerdos de México, 1932)

XIX. Los mexicanos son escoria (…) hay que tratarlos como manadas de cerdos. (Sheriff de Kern County, California, 1933)

XX. Es ilegal que un extranjero sin autorización, a sabiendas de que lo es, solicite trabajo en un lugar público o privado o que se desempeñe como empleado o contratista independiente en este estado. (Ley HB56, aprobada por el Congreso de Alabama el 9 de junio de 2011)





(Source: jornada.unam.mx) votar

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