Palabras preliminares
Escribimos la presente monografía
abrumados por un medio ambiente que justificaba el descorazonamiento y
desesperanza reflejados en el prólogo. Al abandonar nuestro hogar, el 18
de julio, para incorporarnos al glorioso Movimiento Nacional, yacían en
la mesa de trabajo las galeradas que hoy recuperamos, gracias a la
diligencia del editor. Experimentamos idéntica alegría que el padre que
encuentra al hijo perdido durante unos meses y apresúrase a mostrarlo a
los amigos, aunque sea raquítico y deforme, por parecerle hermoso y
dotado de altas cualidades estéticas.
Ha cambiado el panorama nacional y renacen potentes las virtudes de la raza, después de verterse a torrentes sangre juvenil en los campos de batalla. Millares de vidas en flor se ofrendaron en holocausto del ideal patriótico. La que parecía juventud frívola y aletargada ha sorprendido al mundo con sus gestos epopéyicos.
Ni se han agotado los manantiales de
energía y de vitalidad de la raza, ni tampoco su virilidad; pero el
límpido y generoso caudal necesita canalizarse, para que no se pierda en
las ruidereñas lagunas de la intriga y del arrivismo.
Creará la guerra la estirpe de
caballeros de que está necesitada la Nueva España, y se revalorizarán
las ejecutorias de hidalguía espiritual.
Signos distintivos de los bandos en
lucha serán, aristocracia en el pensamiento y sentimiento de los
caballeros de la Hispanidad; plebeyez moral en los peones del marxismo.
Tiene en sus manos la juventud
española la regeneración de España, a costa de renunciamientos y
sacrificios. Son los jóvenes quienes deben dar un ejemplo que no puede
esperarse de una masa social contaminada por los virus democrático y
marxista. Todavía flotan en el ambiente las inmorales corruptelas que
carcomieron la sociedad española liberaloide y nos llevaron al
alzamiento militar contra el abyecto Gobierno que la representaba.
Vivirá alerta la juventud contra los corruptores sociales infiltrados en
nuestras filas para restarle espacio vital, para pervertirla
nuevamente.
Lástima sería que la generosa sangre vertida en el altar de la Patria no fecundase el venero de virtudes raciales y que en el terreno tan costosamente regado brotasen la maleza y la cizaña. A fin de evitarlo, deben reunirse los jóvenes, formando grupos de selectos, precisamente de caballeros de la Hispanidad, tan admirados y admirables en la guerra como en la paz. No se entregue la juventud hispana a sus seculares enemigos, e incube en sus espíritus la idea de ser selectos, mediante el sacrificio de toda tendencia egoísta y sensual.
El Autor, Burgos, 22 marzo 1937.