miércoles, 29 de julio de 2015

Acerca del "Asian fetish": La historia del mestizaje entre Blancos y Amarillas


Hasta la llegada de la Era de los Descubrimientos, que arrancaría en el siglo XV con las aventuras marineras de portugueses y españoles, no creo que sea exageración decir que si un visitante extraterrestre llegase a nuestro planeta llegaría a la conclusión de que la población humana más extendida, más exitosa, era la que generalmente se llama asiática o mongoloide, admitiendo la imprecisión del término. No sólo era la más abundante en el propio continente asiático sino que además estaba extendida por toda América (la población amerindia precolombina proviene de pueblos asiáticos que cruzaron el estrecho de Bering entre 17000 y 13000 años a.C.) y buena parte de Oceanía. 

Sin embargo, si quinientos años después regresase nuestro visitante interplanetario vería trastocada la situación demográfica que había dejado atrás en su primera visita. Vería cómo los pueblos europeos se habrían extendido por territorios antes impensables, y habitualmente a costa de los pueblos de origen asiático. Norteamérica y Siberia son los ejemplos más palmarios.



El imperio ruso había ocupado el Asia septentrional desde el siglo XVII, llegando en 1860 a orillas del mar del Japón, donde fundaron Vladivostok 

Buena parte de los acontecimientos de índole geopolítica de las últimas décadas están relacionados no ya meramente con los roces entre ambos grandes bloques sino también por la tendencia del bloque de origen asiático a recuperar una parte al menos del territorio perdido. 

Esa recuperación está siendo, como era de esperar por parte de esas gentes enigmáticas y pacientes, lento pero continuado, gota a gota como el agua que horada las rocas más duras, sin detenerse, silenciosamente. Ese enfrentamiento entre bloques ha continuado existiendo hasta el mismo día de hoy, y me temo que no se va a resolver así como así. Estamos hablando de la preeminencia a nivel mundial. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que casi uno de cada cinco humanos es chino, y eso que la política de hijo único, vigente desde 1979 -y todavía en activo, aunque ligeramente relajada para minorías étnicas: se le calcula una década más de andadura-, fue una medida de ingeniería social tomada para que su sistema no implosionase por puro éxito reproductivo (aunque tal política causará muy graves problemas de envejecimiento poblacional, y más bien pronto). Por tanto, los motivos para un enfrentamiento entre bloques, aunque no sean evidentes de entrada, siempre permanecen latentes. Y que esos enfrentamientos no son siempre verticales, como la lucha cuerpo a cuerpo entre contendientes, sino también horizontales, la lucha carnal entre hombre y mujer. Hablaremos del Asian fetish y de su sentido en la actualidad.


Adolescente vietnamita

EL BÁRBARO Y LA GEISHA

De todas las parejas de distinto origen étnico que se están dando en la actualidad, la más reconocida y visible es la que forman un varón de linaje europeo y una mujer de linaje asiático. Entre éstas hay que contar también con las mujeres predominantemente amerindias, aunque en principio el Asian fetish no se referiría a ellas al no ser "orientales" sino "hispanas" o "latinas", lo que es una distinción convencional más que otra cosa. Tan acusado es el fenómeno que he llegado a leer que si una asio-useña sale con alguien de su origen étnico, los blancos se ofenden, pues las consideran algo así como un "mercado cautivo" -será una exageración, pero es elocuente-. En este texto entenderemos primero el contexto estricto asio-useño, para posteriormente observar el fenómeno con más amplitud.

La asio-useña Bitna Kim publicó en 2011 "Asian female and Caucasian male couples: exploring the attraction", un conjunto de entrevistas con varones de origen étnico europeo acerca de los valores que más apreciaban en las mujeres orientales. Por lo general, la consideración que se tiene de ellas en la sociedad useña es muy elevada. Son tenidas como inteligentes, fundadoras de familia, cultas, sofisticadas y con encanto femenino. Ahora bien, esa feminidad es entendida de un modo peculiar. Al parecer buena parte de los entrevistados, aunque rechazaban el estereotipo de sumisión que a menudo se asocia popularmente a las mujeres orientales, en cierta medida sí dejaban caer que "esperaban" cierta actitud sumisa por parte de ellas. Es interesante retener ese dato. Lo cierto es que las preferencias o inclinaciones por parte del Yang masculino hacia la mujer oriental, según se puede entender, no parecen atender a patrones de atractivo físico en sí mismo, sino a valores que la mujer oriental posee o que por lo menos se le atribuyen y que pudiera echar de menos en mujeres étnicamente más próximas a ellos. El rasgo atractivo más "físico" a efectos del estudio de Kim pudiera ser la forma de moverse de las mujeres orientales. Sus atractivos serían fundamentalmente espirituales, de comportamiento. Incluso otro estudio, "Racial microaggressions and the Asian American experience" (VVAA, 2007), hace hincapié en las fantasías de los useños acerca de las asiáticas, fantasías fundamentadas en la sumisión, en el carácter de fetiche, de objeto sexual. Ese fetichismo está alimentado, faltaría más, por la pornografía, en la que el varón asiático prácticamente no existe a efectos de consumo occidental -su presencia se limita a la demanda interna japonesa, célebre por la pixelación del sexo de los intervinientes en las escenas-, mientras que la asiática es una de sus figuras-tótem fundamentales, moviendo millones y millones de vídeos. A ello se une el gusto friki por la estética otaku, asociada rápidamente a la gente japonesa. 

Otro estudio del 2007, a cargo de Ray Fisman y basado en las relaciones interraciales en la Universidad de Columbia a lo largo de un bienio, suaviza las impresiones de los estudios antes citados pues arroja la llamativa conclusión de que los varones encuestados no solían escoger pareja en virtud de un gusto particular por una raza (la célebre macho-frase "todo agujero es trinchera") y que el useño parece ser, en principio, poco proclive a sucumbir al Asian fetish; las asiáticas, por contra, parecen guardar prejuicios hacia afrouseños y latinos, prejuicios inexistentes hacia los blancos. Por tanto, el éxito evidente de la pareja varón europeo / mujer oriental vendría más bien de ella. Pero quizá unos pocos estudios sean insuficientes para explicar la impresionante predominancia de ese tipo de relación interracial respecto de otras.


Algunos encuestados afirmaban que sólo los blancos que no tenían posibilidades de conquistar a mujeres de su raza se volcaban en el "mercado cautivo" de las asiáticas, que sí les harían caso conformándose con poco. Obviamente, aunque algo hay de cierto en eso, tampoco explica el fenómeno. Ahora bien, el tema del "nerdismo" es interesante. Generalmente un nerd combina habilidades intelectuales con una fuerte torpeza social, lo que hace de él un sujeto de muy baja autoestima. Por otra parte, son célebres las conclusiones del psicólogo canadiense John Philippe Rushton, defensor de las diferencias entre razas (que simplificaba en asians, whites y blacks, según él en orden decreciente de capacidad intelectual), que establecía una relación inversa entre inteligencia y autoestima, lo que reforzaría el carácter sumiso y poco exigente de la mujer oriental en una relación amorosa. 

Un prototipo de nerd universal, el judío asquenacita useño Woody Allen, declaró en su momento que con el tiempo su gusto por la típica chica rubia se había ido desplazando hacia las orientales, dotadas según él de un encanto menos aparente pero más dado a perdurar en el tiempo. Es sabido que Allen comparte su vida desde hace décadas con una asio-useña, Soon Yi (hija adoptiva de su anterior mujer Mia Farrow). El nerd por excelencia a nivel mundial hoy por hoy es otro judío useño asquenacita, Mark Zuckerberg, también casado con una asio-useña.

Zuckerberg y su novia de toda la vida, Priscilla Chan, hoy su esposa. Foto: Stringer / Reuters

VARÓN BLANCO SOLTERO BUSCA

El estudio de la Universidad de Columbia antes citado completaba otro de la de Stanford que poco tiempo atrás -tras analizar 400 parejas interraciales universitarias- aseveraba que si por una parte a los varones les daba bastante igual el origen étnico de ellas a la hora de emparejarse, algo así como un "ancha es Castilla" en términos amorosos, en cambio las mujeres tendían a preferir emparejarse con alguien de su raza, y que si formaban pareja interracial no era por fetichismo interétnico alguno sino por, digamos, realpolitik. Por tanto, se podría decir que el varón humano es centrífugo y volcado al exterior, mientras que la mujer es centrípeta, volcada a sí misma. El varón esparce su semilla, la mujer la hospeda y hace germinar en sus entrañas. El Yang abarca, el Yin recibe. Ese carácter centrípeto de la mujer se refleja en ciertos exponentes de su conducta que ya apuntan en la condición infantil, cuando el bebé humano es el centro de toda clase de cuidados y atenciones. Cuanto más altas miras biológicas tiene un mamífero, más desvalido es el recién nacido (compárese con los herbívoros de la sabana africana que recién paridos y habiendo pasado apenas un cuarto de hora fuera del claustro materno ya se mueven con gran soltura, como adultos en miniatura), y más se le atiende. Con el paso de los años y la madurez, ese carácter centrípeto va desapareciendo (salvo casos de inmadurez psicológica, en los que el adulto focaliza todo a su alrededor en función de sí mismo) más en el varón que en la mujer, pues ésta al fin y al cabo garantiza la vida por el embarazo, durante el cual ella también es objeto de atenciones y cuidados extra. El centripetismo femenino puede verse en detalles aparentemente tan nimios como la distinta forma en que niños y niñas arrojan objetos (balones o piedras, por ejemplo). El niño se proyecta hacia afuera, soltando el brazo; la niña, en cambio, lo mueve rígidamente de abajo arriba formando un pequeño arco cuyo centro es ella misma.

Michael Aris & Aung San Suu Kyi.

Se pueden apuntar algunas razones de índole cultural:

-La corriente recíproca de admiración que existe entre Oriente y Occidente, que no viene de ahora y que ha dado interesantes frutos de sincretismo cultural con el paso de los siglos. Esta admiración puede verse como complementariedad, de modo que Oriente tiene algo que nos falta a nosotros, una determinada forma de ser y de ver la vida que tuvimos pero que perdimos, y viceversa. El Yin oriental y el Yang occidental. Viajeros europeos de todo tiempo se quedaron sorprendidos por el ingenio y el refinamiento de las gentes orientales. Esa admiración ha sido mucho menor por las gentes amerindias de origen mongoloide pero -hablando en general- de menor desarrollo cultural, y de las que se aprecia más justamente lo contrario, la falta de sujeción a una sociedad compleja, la libertad personal, las ganas de "ser piel roja" (de ahí que, por un lado, para los "latinos" no parece predicarse el Asian fetish, a pesar de su origen asiático, y por otro que la idealización anti-civilización se aplicó a los amerindios del norte y no al de las saturadas sociedades azteca e inca: así, figuras de la literatura infantil como Tiger Lily o Atreyu reflejan esa idealización de seres libres inspirándose en pieles rojas norteamericanos).


-Si los occidentales admiran Oriente, el seguidismo oriental es francamente exagerado. Las sociedades orientales han adoptado los modos de producción, de representación política, de ocio y de estética forjados en Occidente. Por ejemplo, durante el siglo pasado los japoneses se consideraron a sí mismos "herederos" de la cultura occidental pero habíéndose ahorrado todos los sufrimientos que había padecido Europa. Pasó también con los regímenes totalitarios de corte marxista del Extremo Oriente, mil quinientos millones de personas encuadradas en sistemas formulados por un puñado de intelectuales europeos. ¿Qué pensaríamos si Alemania o Francia se rigiesen según los cánones del confucianismo? 

-Muchas veces los occidentales sobrevaloramos todo lo oriental precisamente porque es oriental. Un crítico de cine, Antonio Weinrichter, llamaba "efecto kimono" a apreciar excesivamente films orientales sólo por su ambiente oriental, de modo que si se hubiesen rodado en un ambiente cultural occidental nos parecerían muy poca cosa. Recuerdo uno de Zhang Yimou, "El camino a casa" (1999), que era una historia de amor muy rosa y muy simple pero que al estar protagonizada por orientales aparentaba más empaque cultural del que realmente tenía.

-La comunidad asio-useña se basa fundamentalmente en el negocio familiar. Ésa es su base. Ocurre al contrario que en la comunidad afrouseña, cuyo peso recae sobre sus mujeres. Por tanto, las mujeres asio-useñas están más libres, menos sujetas, y su libertad de decisión es mayor. Su comunidad no se hunde si la chica vuela lejos del nido.

-Otro aspecto interesante: en términos sociales, los hijos habidos en estas uniones muchas veces "pasan por blancos", lo que favorece una integración sin roces.

Tamara Falcó.

-La comunidad asio-useña hace un hincapié tremendo en la excelencia académica de sus hijos. Esa insistencia, a veces despótica y por lo general llevada a cabo por la madre, en que su prole brille en el seno de una sociedad occidental tecnificada y exigente les permite acceder a un reconocimiento social, un nivel de ingresos y un prestigio que amplía sus horizontes matrimoniales más allá de su comunidad; por otra parte, para estas jóvenes de origen oriental también cuenta el hecho de que al casarse con un blanco tendrán una suegra mucho menos déspota que su propia madre. Suena a frívolo, pero creo que hay una base de realidad en esto.

-Esta comunidad reproduce el "sueño americano". Al contrario que la comunidad afrouseña, que proviene de una inmigración forzosa debida a la detestable institución de la esclavitud, la asio-useña proviene de inmigración libre. Existe alguna excepción, como el reasentamiento de gentes de etnia Hmong en Usa como refugiados, pues esta etnia luchó contra la implantación del comunismo en Laos y a favor del bando atlantista, pagándolo con un genocidio bestial a manos del Pathet Lao, con cifras escalofriantes de víctimas (tal vez hasta 400000 muertos desde la victoria comunista), y con un olvido generalizado (me atrevo que hasta que la gente vio "Gran Torino" (2008) del gran Clint Eastwood nadie sabía una palabra de los Hmong).

-Para terminar, la mujer asiática responde a un cierto tipo de feminidad que el varón blanco parece añorar. En tiempos hiperfeminizados como los presentes, cuando un vistazo a los locales comerciales de cualquier barrio basta para ver que un gran sector de negocio está enfocado a satisfacer los caprichitos y no las necesidades de las mujeres europeas, la feminidad discreta y tenaz de las orientales juega a su favor. Por eso, como ya comentábamos arriba, los principales atractivos del Asian fetish son espirituales, de carácter. Quizá el varón blanco busca en esas mujeres recuperar una porción del carácter que ha perdido en los últimos tiempos.

Señalemos un movimiento actual llamado Black woman empowerment, formado por círculos de novelistas y blogueras afrouseñas cuyo propósito es mejorar las condiciones de vida de la comunidad negra mediante, entre otras cosas, el fomento del matrimonio con varones de la -todavía- mayoría blanca de Usa. En las últimas décadas y a pesar de las políticas de discriminación positiva, la comunidad afrouseña no ha despegado. A pesar de haber contado últimamente con un presidente mulato, esta minoría ha sido superada por la hispana en número, poder económico e influencia. La minoría hispana está notablemente centrada en la familia y en el apoyo mutuo, y su influjo cultural crece y crece. Poca gente sabe que la religión más profesada hoy en Usa es el catolicismo. Mientras, la minoría afrouseña pierde peso específico y acusa con mayor rigor que la media useña los males de la última crisis. La comunidad negra está fundamentada en sus mujeres. La ratio de nacimiento de hijos de madre soltera, out of wedlock, ha llegado al 80% Los varones afrouseños tienen altos índices de paro y de criminalidad, y si esta comunidad no se disgrega completamente es gracias a sus mujeres, que se encuentran en una situación mucho peor que la de las asio-useñas, de ahí que dentro del BWE sean un poco el ejemplo a seguir. 

La feminidad de las orientales es distinta de la de las afrouseñas. Las relaciones interraciales, a juzgar por los blogs del BWE, de éstas con los blancos (I) tienen un matiz carnal mucho más acentuado que las de aquéllas. Las afrouseñas son mucho más exuberantes que las asiáticas (son más grandotas, con labios gruesos y un físico más estrogenizado, con curvas por doquier) y su carácter es más ruidoso. Un ejemplo muy llamativo de contraste de caracteres espirituales es el de la isla de Dominica, dividida entre una población afro-antillana festiva y bastante despreocupada y otro sector poblacional descendiente de caribes, caracterizado por una psicología melancólica y postrada (ha existido últimamente en ese país nada menos que un "ministerio para asuntos caribes"). 

SARONG PARTY GIRLS Y GUERRERAS LUNARES

Sarong Party Girls. Así se llamaba a las chicas de Singapur -después de Malasia, y con el tiempo de toda Asia- que eran invitadas a las recepciones de la minoría colonial británica y que, con cierta mentalidad trepa, ambicionaban a menudo pillar marido entre esa minoría. Ese término, que alude a una prenda oriental muy extendida -incluso en suelo árabe- a menudo estampada en cuadros similares al tweed céltico -quizá una herencia tocaria-, pasó a ser intensamente peyorativo, pues algunas de esas chicas terminaban siendo "queridas" de aquellos ingleses orgullosos y de un poder adquisitivo muy por encima de la población del lugar.

Hoy las SPG son un fenómeno social extendido horizontalmente por el Extremo Oriente, y que alude a chicas asiáticas que se visten, peinan y maquillan con una estética marcadamente provocativa (en plan "voy pidiendo guerra") y cuyo horizonte sentimental es cazar a un visitante europeo en su país. Su lema es "ang mho o ninguno" (II), y desprecian sistemáticamente a los varones de su propia condición étnica, abordando en contrapartida a los europeos que ven por sus calles (literalmente, según han comentado muchos turistas, y sin el menor ánimo de prostitución). De hecho, tienden a idealizar a los europeos según el patrón que dejaron los ingleses allí (sex-symbols recurrentes de las SPG, como David Beckham o el príncipe Harry, son reconocidamente ingleses), imaginando que todo europeo tiene un poder adquisitivo alto.

El caso japonés es un poco distinto. La tendencia cultural japonesa, expresada en el oceánico mundo del manga y de sus adaptaciones al cine y TV, es la deificación del tipo humano europeo. Supongo que a todo el mundo le ha llamado la atención alguna vez cómo en un país de gente de ojos rasgados y cabello lacio gran parte de los héroes y heroínas manga tienen ojazos como platos, casi siempre azules o verdes, narices finas y cabello erizado y de color distinto del negro. Otro punto del tema: hay que ver con qué entusiasmo han retomado los japoneses el gusto por las "pintas" de las tribus urbanas, hasta el punto de convertirse muchos hipsters de allí en caricaturas de los de aquí (por ejemplo, el gusto por teñirse el pelo del modo más chillón posible) Tal vez todo ello sea un resabio de aquella mentalidad desarrollista nipona que veía a este pueblo como "heredero de las épocas" y que valoraba extraordinariamente la tecnología y cultura irradiadas desde el Sol Poniente.

Guapas jóvenes niponas. Imagen: Oricon

Eso ha tenido un curioso efecto de estrambote en la visión cultural de Occidente: Tokio se ha convertido -junto con la otra capital derrotada en 1945, Berlín- en una ciudad "de tendencias", moderna y guay. Influye también la consideración tácita para el mundo occidental de que Japón es un país "casi blanco", altamente europeizado, más frenético y menos parsimonioso que la sociedad asiática tradicional.

Hasta aquí hemos seguido una interpretación estricta del Asian fetish, focalizado en las mujeres procedentes del Extremo Oriente. Abriendo el foco de nuestra atención, echemos un vistazo a la humanidad amerindia.

DESPUÉS DE COLÓN

Como no hará falta que se diga, la colonización varió sobremanera, y también a nivel poblacional, según hablemos de la América de influjo anglosajón (aunque no conviene olvidar que Francia dominó amplias extensiones del semicontinente) o de la de colonización ibera. Mientras que "arriba" la población amerindia original -que pobló aquella tierra con relativa facilidad (III) a partir del 17000 a.C- fue prácticamente barrida, produciéndose un vuelco antropológico enorme en casi todo lo que es Usa y Canadá, al sur del río Grande la población amerindia sigue siendo mayoritaria en buena parte de los países iberoamericanos continentales (hay que hacer la salvedad de las islas antillanas, donde apenas quedan caribes), y está representada también en cierta medida en países de más clara composición europea. 

Precisamente en estos países más europeos, Argentina y Uruguay, se produjeron verdaderas campañas de exterminio contra los amerindios, especialmente a partir de los procesos de emancipación de la Corona. En Uruguay, bajo la presidencia de Fructuoso Rivera, la presencia de charrúas y guaranís fue en gran medida erradicada mediante la violencia más descarnada. En Argentina el general Rosas encabeza una campaña de "limpieza" de ranqueles y puelches. Un testigo de excepción, un joven Charles Darwin, asiste a la desaparición imparable de los patagones. La búsqueda de buena tierra de pasto para crear estancias de cabaña ovina y una pequeña fiebre del oro en Tierra de Fuego llevaron a la práctica extinción de los ona (IV). En cuanto a Brasil, todo un minicontinente, alberga todavía una gran cantidad de linaje aborigen.

                  Equipo brasileño de softbol

La población amerindia parece haberse hecho fuerte en las zonas complicadas y menos interesantes. Un pueblo derrotado se repliega al hábitat más incómodo, por lo general, quedando las zonas más agradables para el pueblo vencedor.

El caso extremo pudo ser el de Paraguay, sometido a uno de los mayores cuellos de botella de la Historia. Durante la guerra de la Triple Alianza (1864-1870), el pequeño país sostuvo un enfrentamiento bélico con los otros tres Estados citados atrás, algo tan desproporcionado que le costó a aquella gente la pérdida de tal vez el 90% de su población masculina. Ese cuello de botella supuso, a mi modesto entender, un "exceso" de mujeres y una posición de privilegio por parte de los varones a la hora de escoger pareja, lo que ha redundado en un fenómeno muy curioso: la notable belleza de mucha gente paraguaya.

Fans del club Olimpia de Paraguay. Foto: AFP

La colonización no podía ser igual al Norte y al Sur. Los anglosajones se encontraron con una densidad de población amerindia muy baja, estaban cohesionados -formaban grupos homogéneos- y eran auténticos colonos, pues se habían traído consigo a sus esposas. Los españoles se toparon, por el contrario, con verdaderas muchedumbres humanas prácticamente imposibles de barrer, con sistemas sociales complejos y grandes urbes. Además, llegaron sin mujeres (durante el primer medio siglo de presencia española, las mujeres peninsulares sólo supusieron algo más de un 5%) y a pesar de las buenas intenciones de la Corona gran parte de la actuación española en América fue no ya cruel sino además muy caótica. Así, tuvo lugar un notable flujo de inmigración ilegal desde Iberia a América. Teóricamente llegar hasta allí estaba prohibido para mucha gente -por ejemplo: los extranjeros, los gitanos, incluso los abogados (sic)-; sin embargo, en la práctica allí arribaba "lo mejor de cada casa". La colonización española es una shakespeariana historia de ruido y furia en la que se dan la mano, con una facilidad desarmante, lo heroico y lo vil, la sed de aventura y la visión materialista de las cosas, grandeza y pequeñez. En comparación, la colonización anglosajona parece poquita cosa, aunque en términos de Asian fetish legó al imaginario occidental, vía Disney sobre todo, el amor entre Pocahontas y John Smith.


LA APOTEOSIS DEL MACHO IBÉRICO

Tres fiebres padecieron los españoles en el Nuevo Mundo: la de los metales preciosos (el llamativo oro y la mucho más influyente plata), la de la fama y la de las mujeres amerindias. Nunca en la historia humana se produjo un revoltijo como el que protagonizaron los españoles. El siglo que vio nacer la furia española fue también el de la apoteosis del macho ibérico, aunque semejante jaleo sexual continuó prácticamente hasta los procesos emancipadores. Bernal Díaz del Castillo cita a un andaluz apellidado Álvarez que tuvo en tres años 30 hijos con amerindias. El mismo Hernán Cortés, según sus detractores, llegó a tener cuarenta amantes indias (la más célebre, sin duda, es Malinche o doña Marina, aunque también hay que contar a varias hijas de Moctezuma). Su brazo derecho, el cruel Pedro de Alvarado, tuvo una hija mestiza de la que deriva uno de los linajes más aristocráticos de España, los Alburquerque. En Asunción cada español contaba con 5 ó 6 concubinas. Las criadas indias y mestizas, llamadas "chinas", de las casas de las familias europeas terminaban siendo siempre concubinas del paterfamilias. Y si alguien pensaba que el clero iba a detener ese proceso mestizador, desde luego no sabía con quién se jugaba los cuartos. Todavía en el siglo XVIII dos apasionantes personajes, Jorge Juan y Santacilia y Antonio de Ulloa -este último descubridor del platino-, participantes en algunas de las mayores expediciones científicas de su siglo, aprovecharon su estancia en el virrenato del Perú para trasladar a la Corona un texto confidencial sobre la corrupción (fueron los primeros, al parecer, en emplear ese término dentro de la lengua castellana en el sentido moderno de degradación moral) en las Indias, Noticias secretas de América (1748), en la que denuncian la laxitud moral de los frailes, que viven con sus concubinas indias en las propias celdas y en sus casas particulares, y algunos han degenerado tanto que han llegado incluso a forzar a niñas indígenas, a resultas de lo cual varias de ellas murieron. Los hijos ilegítimos de los religiosos suelen, además, heredar sus títulos honoríficos. La corrupción eclesiástica es económica (cobran por misas, bulas, ceremonias, etc) así como moral (los autores hacen saber que los miembros del clero organizan auténticas orgías en que, después de que el aguardiente haya corrido generosamente entre curas e indias, acaba todo como el rosario de la aurora). Tanto jaleo sexual hay por allí que Juan y Ulloa afirman abiertamente que no hay prostitución en el virreinato. Para qué, si el sexo es algo tan fácil de conseguir. Y estamos por entonces a mediados del siglo XVIII.

A estas alturas todo aquello se puede tomar a broma, pero fue toda una catástrofe social, poblacional y cultural, un proceso realmente doloroso, en el que el apetito carnal más bajo, la crueldad y el interés más descarnado -hay tanta casuística, documentada por tantos cronistas, que su lectura acaba siendo muy fastidiosa- no dejaban prácticamente lugar para visiones románticas. Hombre, obviamente hubo casos de verdadero amor entre iberos y amerindias, pero presentar aquella colonización como leyenda rosa disneyana es una estupidez.

Un apunte. Todo lo dicho no significa que los españoles fuesen "a bulto" y que no tuvieran sentido estético. Si se topaban con una tribu amerindia caracterizada por la fealdad de sus mujeres, a menudo los españoles se guardaban las ganas y no armaban jaleos dentro de esas estructuras sociales frágiles y más bien pacíficas. Un lansquenete bávaro, Ulrich Schmidl, en su Relación del viaje al río de la Plata (c. 1554), nos dice que las mujeres timbúes y corondaes, de tribus encontradas al remontar el Paraná, eran tan feas que los españoles renunciaron a todo intento de satisfacer sus "necesidades" con ellas. Sin embargo, Schmidl alaba la gran belleza de las indias de otras tribus halladas poco después, las agaces y mbayas. Las "indias" no eran una realidad monolítica, según parece, a ojos de un aventurero sagaz.

Las varoniles mujeres indígenas se verían beneficiadas por varios de los rasgos pedomórficos tan preponderantes en los asiáticos del este

Sea lo que fuere, es interesante verlo desde la perspectiva de las mujeres indias. Ser concubina de un blanco significaba que su vida estaba protegida, y sus hijos mestizos -más claros- tenían mayores oportunidades de promoción social que si eran "indios puros". Aunque eso ya nos lo esperábamos, tengamos en cuenta otro dato: la impresión de poca virilidad de los indios. El cronista Solórzano Pereira señala que las indias despreciaban a sus hombres, prefiriendo tanto a los españoles como a los negros, más varoniles. Aquí el cálculo económico o de ascenso social no cuenta, pues los negros eran el escalón más bajo de aquella sociedad. Otro cronista, Poma de Ayala, también incide en ese desprecio de las amerindias hacia los suyos, afirmando que se enorgullecían de parir hijos mestizos. La impresión de postración que nos sugiere la conducta miedosa de los indios, chocante para quien conoce la historia de otros pueblos mucho más orgullosos e indómitos, es un dato que conviene retener porque explica en parte la mestización americana. No todo fue a la fuerza. Por otra parte, los cronistas reseñan que las prácticas homosexuales estaban bastante extendidas entre los indios. Se alaba a Moctezuma, por ejemplo, pues al parecer no tenía esas inclinaciones. Vasco Núñez de Balboa -extremeño como muchos otros conquistadores, aunque de lejano origen galaico-, un macho-alfa rubio, fornido y sanguíneo, tenía por costumbre "ajustar cuentas" con los caciques homosexuales que se encontraba, arrojándolos a sus temibles perros alanos. La homosexualidad masculina no era en absoluto rara en suelo americano, e incluso estaba en ocasiones investida de carácter sagrado o propiciatorio. Por último, los varones amerindios no parecen particularmente hambrientos de sexo en las crónicas. Es célebre la anécdota de las reducciones jesuitas del Paraguay, en las que los religiosos tocaban campanas para recordar a los indios que tenían que cumplir con sus mujeres. Recuerdo haber leído al excelente autor Francisco Herrera Luque (autor de, entre otros libros, una escalofriante novela sobre el no menos escalofriante José Tomás Boves) afirmar que en el impulso pro-mestizaje de las indias había cierto matiz de revancha contra "sus hombres".


A MODO DE CONCLUSIÓN

El mundo encuentra su equilibrio entre el Yin y el Yang, fuerzas opuestas pero complementarias que garantizan la armonía e incluso la pura supervivencia de Todo, algo así como los uróboros que se muerden su cola: si la soltasen, el caos sería el señor de nuestras vidas. En la situación actual dentro de Occidente, el Yin femenino está hiperinflacionado, hiperfeminizado, mientras que el masculino Yang se ha feminizado a su vez. Puesto que es una ley natural que el fuerte sea objeto de temor por el débil, el Yang actual teme al Yin. El varón blanco occidental parece sentir inquietud, dudas, inseguridad, ante la mujer hiperfeminizada, "suelta", arrogante, orgullosa y nunca contenta con nada, y tiende a posar su mirada en mujeres que para él representan un Yin menos desatado, menos prepotente, mujeres con cierto aire "tradicional", fiables, poco caprichosas, carentes de promiscuidad y que conserven algo de misterio. La mujer oriental representa esa tradicionalidad femenina. 

Desde el punto de vista del Yin, un Yang hundido en la debilidad no es apetecible. Las mujeres no sienten interés por los hombres miedosos. Pueden apoyarse temporalmente en el típico varón estrogenizado paño de lágrimas, pero su deseo se dirige a los varones seguros de sí mismos, confiados y con personalidad, en los que el Yang respira poderosamente. Eso estaría en relación con el desprecio que muchas amerindias sentían por los varones de su condición étnica, así como con cierta glorificación actual de los varones "negros" y "moros" (empleamos estos términos a sabiendas de su imprecisión), considerados como "reservas varoniles" frente al débil y vacilante varón blanco de hoy (quien a su vez sería tenido, siempre desde el discutible prisma de las opiniones e inclinaciones personales -aquí no hay leyes exactas-, como más varonil que el asiático: más alto, más musculado, más piloso y más dotado sexualmente).


La población amerindia está recuperando el terreno perdido, poco a poco, a su ritmo. No tiene prisa. En California, capital espiritual del mundo durante un siglo, los hispanos están creciendo exponencialmente, y eso que ese Estado de la Unión ha perdido desde el 2000 nada menos que millón y medio de habitantes. Hay muchas formas de conquistar territorio a otros pueblos. No sólo por la fuerza de los hombres, sino también gracias a la fecundidad de las mujeres. Una frase apócrifamente atribuida a un speech del estadista argelino Houari Boumedienne ante la ONU en abril de 1974 dice que el Islam tomará Occidente mediante los úteros de las musulmanas. La reconquista uterina, basada en la presión demográfica, es un hecho planetario en el que los occidentales tienen ahora mismo las de perder, a base de pirámides poblacionales carcomidas por la base. Nuestra sociedad está envejecida y ha perdido su fertilidad, su punch, su futuro en suma. Eso es gravísimo. La Grecia clásica no es grande por habernos legado un arte maravilloso -que también- sino sobre todo por su promesa de futuro. ¿Qué promesa de futuro tiene Occidente hoy en día? Mientras, los tigres asiáticos son países emergentes. El centro planetario es ya más indopacífico que atlántico. Y muchos todavía no se han enterado. Bueno, en realidad no se ha enterado casi nadie. 

Los grandes bloques humanos están condenados a entenderse o a guerrear. Son una especie de Yin y Yang a lo bestia, de proporciones colosales. El futuro humano conocerá sus guerras o su colaboración en proyectos que hoy por hoy nos superan.

El Espacio es la última frontera para toda la Humanidad. Sus desafíos ¿serán afrontados de modo mancomunado, o lo hará cada bloque por su cuenta?


(I) - En su muy interesante libro Despilfarro (2011), Tristam Stuart indica que aquellas gentes fueron los primeros grandes derrochadores de comida. Cazaban un bisonte, se servían una pequeña parte de él y seguían su marcha, matando al poco otro bisonte, aprovechando nuevamente tan sólo una escasa proporción de su carne. Dada la abundancia de bisontes, no sintieron la necesidad de desarrollar técnicas eficaces de conservación de alimentos.

(II) - Originariamente significa "pelo rojo", aunque hoy en día es una forma ligeramente chusca de referirse a todo occidental.

(III) - Un curioso personaje, el judío rumano Julio Popper, fue el más importante organizador del genocidio ona. Tan eficazmente hizo su "trabajo" que hoy en día los ona se consideran extintos (quedan algunos descendientes mestizados).



(Source: Iberia Futura: Acerca del "Asian fetish", stormfront.org)
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