!La usura
judía! No hay tema que asome con más frecuencia a los Ordenamientos de
las Cortes de Castilla. Ya le dedicó atención Amador de los Ríos ; pero
su mente de hombre del siglo XIX y su devoción por los hebreos no le
permitieron ver la realidad como era ; redujo erróneamente la cuantía de
los intereses exigidos por los usureros y atenuó así lo cruel y grave
de tal lacra social. El hebraísta Cantera la ha estudiado recientemente
con mayor pormenor y sin demasiada simpatía por los judíos peninsulares
, mas el cuadro de la usura hebraica en España es mucho más sombrío que
el trazado por él. Y los extractos de Milláns de la historia de los
hebreos españoles del profesor de Jerusalén, Baer, permiten sospechar
que, naturalmente, no ha ahondado en tema tan ingrato y que ha aceptado
los benévolos cálculos y las benévolas conclusiones de Amador de los
Ríos.
Cantera ha
recogido la doctrina de los libros sagrados hebraicos sobre la usura. De
ellos resulta que los judíos la practicaban desde siempre y con
fruición : “Al extranjero impondrás usura, pero no a tu hermano”… (Deut.
XV, 6).
No sé cuando
empezaron los judíos a ejercer la usura en España. Diversos documentos
atestiguan la concesión de “renovos”, (ese era el nombre técnico de los
créditos usurarios), en diversas regiones del reino. Sospeché antaño, y
sigo sospechando hoy, que eran judíos la mayor parte de los
prestamistas que los concedieron. Antes del año 964 un tal Mercadarius
recibió de su deudor, Miro Bazarra, un corte en León, porque no le había
pagado la suma de él recibida “ad usuram”. Puesto que ni los cristianos
ni los musulmanes solían a la sazón ejercer en tierras leonesas el
oficio de mercader, es muy probable que el Mercadarius usurero, que
ocultó su nombre familiar tras el calificativo de su profesión, fuese
hebreo.
De la
frecuencia con que los hebreos acostumbraban a conceder préstamos en
León y Castilla durante la primera mitad del siglo XII da noticia “El
cantar del Mío Cid”. Por él sabemos sabrosos pormenores de la vida real
de los usureros burgaleses. Los préstamos usurarios de los judíos
castellanos engendraron el antisemitismo del juglar autor del “Cantar
del Mío Cid, y acredita el placer con que sus oyentes acogían la burla
de los dos usureros burgaleses, Raquel y Vidas, por el héroe arquetipo
de sus más nobles ideales. A la sazón los judíos daban a usura a no
menos del 100% anual.
En el texto
latino del Fuero de Cuenca, algunas décadas posterior al Cantar, se
prohíbe a los judíos prestar a más de tal interés, señal evidente de que
solían exigir réditos todavía mayores. En otra serie de leyes
municipales se autoriza un interés todavía más crecido, de 1/8 y de
1/12, que llegaban a ser del 50% y del 33% !semanales y mensuales
respectivamente!
Ante la
cuantía de los intereses exigidos y lo fabuloso de las sumas requeridas,
¿se comprende el antisemitismo del cantor del Cid, su burla de los
usureros burgaleses y la creciente saña popular contra los hebreos?
Alfonso X el
Sabio trató de poner coto a tan terrible plaga. El interés fijado por
el rey representaba una tremenda reducción del consentido por los Fueros
municipales. Pero los judíos supieron burlar todas las prescripciones :
Obligaban a quienes solicitaban préstamos a reconocer deudas superiores
a las cuantías que recibían en verdad, deudas del doble de la cuantía
recibida, según el testimonio de las Cortes de Madrid de 1329. Por un
modo u otro los usureros judíos se aseguraban de antemano intereses
superiores al 100% anual.
Para
asegurar el cobro de sus créditos los usureros judíos exigían prendas o
fiadores. Solían usar y aún abusar de aquéllas y comprar los bienes que
respondían del pago a precios reducidos ; y cualquiera de los dos
negocios les permitía acrecentar su riqueza a costa de sus víctimas. Más
que todas las disposiciones legales y que las protestas de las Cortes,
los documentos descubren la gravedad de la lacra de la usura judía ; su
lectura deja en el ánimo una sensación de angustia. No puede sorprender
que la Iglesia se alzara pronto contra la usura judía.
Clemente V,
en el Concilio de Viena de 1312 condenó canónicamente la usura ; la
clerecía castellana repitió la prohibición en el Concilio de Zamora de
1313 y Papas y prelados otorgaron a los cristianos Bulas y sentencias de
excomunión contra los hebreos usureros. Alfonso XI se irritó ante tales
medidas y en las Cortes de Valladolid decretó su nulidad y su
recogida….. Más la protesta nacional contra la usura judía alcanzó tal
volumen que, a la poste, Alfonso XI, aunque todavía resistió a diversas
peticiones de las Cortes contra ella, en 1348 decidió prohibirla, como
la habían prohibido Alfonso X en las Partidas, y la Iglesia en los
Concilios de Viena y Zamora.
Era
humanamente imposible que los judíos renunciaran a prestar con usura
porque Alfonso XI les prohibiera hacerlo. Tanto más imposible cuanto que
los cristianos siguieron acudiendo a ellos en demanda apremiante de
dinero o de trigo para defenderse de los zarpazos de la miseria que los
rondaba de continuo, en los frecuentes años malos en que se perdía la
cosecha o el ganado moría de hambre.
Los usureros
judíos tenían demasiada práctica como para no sortear la tajante
prohibición alfonsí. Siguieron obligando a sus deudores a confesar
deudas superiores a las que en verdad habían contraído, siguieron
forzándolos a admitir durísimas cláusulas penales en caso de que no
devolvieran las sumas recibidas en los breves plazos por ellos fijados, y
acudieron a mil y un ardides para asegurarse fortísimos intereses
usurarios y para apoderarse de los bienes raíces y muebles de quienes
caían en sus manos. Y fue inútil que las Cortes protestaran ante los
reyes. Los judíos continuaron dando a logro o usura, continuaron
obteniendo ganancias desaforadas y continuaron labrando su ruina al
echar leña al fuego de la creciente enemiga popular contra ellos.
Tanto mayor
era el odio de las gentes contra los hebreos cuanto menor era su
condición y mayor su pobreza. Porque los pequeños préstamos sobre
prendas domésticas no estaban protegidos por las garantías requeridas
por la ley para los superiores a ocho maravedís, y por ello los
prestamistas exigían en tales casos réditos fabulosos. En horas de
angustia prestaban al !1400% al año!, tras tomar en prenda sus pobres
ajuares.
El
historiador hebreo español Salomon ben Varga señaló ya, con razón, la
usura entre las causas del odio popular de los cristianos contra sus
hermanos de raza y de los dolores y torturas que todos los judíos
peninsulares hubieron de sufrir. Finge un diálogo entre un sabio,
Tomás, por cuyos labios habla, y un rey llamado Alfonso : “Los judíos
nos han consumido nuestro dinero, dicen al rey los campesinos, por causa
de la usura ; incluso se han apoderado de nuestros ganados, hasta el
punto de no poder arar nuestros campos….”. “Ellos están ricos, llenos
de lo que nosotros hemos conseguido con trabajo y que nos han devorado
por la usura….”. “Debéis saber, dice el rey a los legados de los judíos
de su reino, que vosotros vinisteis a nuestras tierras desnudos y
hambrientos ; sus naturales os recibieron con amor y vosotros le habéis
mal por bien ; por vuestra usura les habéis arrebatado sus heredades,
sus ganados y sus bueyes de labor…..”. “Te aconsejo, dice Tomás al
soberano, que le había preguntado cómo podía impedir que los judíos
pereciesen a manos de sus súbditos, que pregones por tu reino que todas
las heredades que hayan sido adquiridas por los judíos por vías
usurarias en sentir de los jueces del país, sean devueltas a sus
antiguos dueños”.
Mientras se
acercaba el terrible estallido popular, en toda España la usura judía
seguía estrangulando entre sus garras a los españoles de las más diversa
clases y tierras. Las Cortes de Valladolid de 1385 se quejaron de que
los judíos llegaban a exigir el reconocimiento de deudas tres veces
superiores a la suma recibida y se negaban a devolver, so pretextos
diversos, las prendas que garantizaban sus préstamos. En junio del mismo
año el pueblo iniciaba en Sevilla los terribles progromos que hubieron
sufrir las aljamas hebreas de muchas ciudades y villas de España…..
Pero pasada la tormenta, los usureros judíos volvían a sus viejas
prácticas. No aprendieron nada de la catástrofe que habían contribuído a
provocar. Numerosos judíos continuaron ejerciendo la usura después como
antes de 1391.
El converso
Álvar García de Santa María, hermano del primer rabino y luego obispo de
Burgos, Salomón ha-Leví, después Pablo de Santa María, otorgó numerosos
préstamos en dinero no sabemos a qué interés, pero es dudoso que los
concediera sin obtener algún beneficio quien consiguió amasar una
considerable fortuna. Y no cabe dudar tampoco de las actividades
usurarias de los judíos que no apostataron de su fe en la catástrofe de
1391. En las Cortes de Valladolid de 1405, Enrique III dictó un
Ordenamiento muy minucioso contra la plaga de la usura. Los procuradores
le pidieron renovase las leyes antes dictadas contra ella, porque los
judíos “non curando delas dichas leyes, fezieron después muchos
contrabtos usurarios”, obligando a los cristianos a firmar cartas
desaforadas, en tal manera que muchos delos dichos christianos son
destroydos e empobrecidos”.
En las
Cortes de Toledo de 1462 los procuradores se quejaron a Enrique IV de
que los judíos temiendo las ordenanzas y leyes dictadas por los reyes
contra la usura “non fazen contratos por escriptura, pero toman e
rresciben prendas de grand valor por pocos dineros de los christianos ,
las cuales se pierden e quedan en su poder, e intervienen muy mayores
fraudes e infinitas usuras”. Los protocolos notariales de la época van
ofreciendo cada día nuevos testimonios de préstamos hebraicos en todas
las tierras de España.
Los
prestamistas judíos, al contribuir a encender el odio del pueblo contra
sus hermanos de raza, ayudaron a aumentar la tensión apasionada de las
masas , y más que activar la vida económica nacional contribuyeron a
estancarla, chupando sus riquezas y aumentando la miseria colectiva.
Importa no olvidarlo para comprender la historia española.
(Source: forocatolico.wordpress.com)
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