viernes, 15 de mayo de 2015

Cuestionando la xenofilia

Mucho y mucho equivocado se ha escrito acerca de la xenofobia, concepto analizado desde múltiples perspectivas, algunas de ellas insostenibles. 

Tanto que en numerosas ocasiones se ha llegado a conceptualizar como xenofobia realidades que no lo son. Y esto por el carácter infamante que el concepto tiene en el lenguaje mediático e institucional, sirviendo así a veces como anatema contra posturas disidentes. 

La manipulación conceptual más habitual es identificar la xenofobia con el racismo, como si de realidades similares se tratara. Semejante identificación no resiste el más mínimo análisis. La xenofobia es un sentimiento universal y natural, hasta cierto grado, ante un contacto con extraños. Es una manifestación más de la existencia de lo racial. Es un mecanismo natural de conservación de una raza, de una subespecie. Es un modo de garantizar la biodiversidad dentro de la especie humana. Tras una primera toma de contacto y no existiendo riesgos para la existencia de cada pueblo en sus respectivas áreas, ciertas desconfianzas pueden ir desapareciendo, teniendo cabida incluso cierta colaboración. Lo que está fuera de nuestra naturaleza es la xenofilia, pero sin embargo no ha sido la xenofilia precisamente el afecto cuestionado. Eso nos proponemos hacer aquí.

Poco, muy poco, como decimos, se ha indagado acerca del concepto de xenofilia. ¿Qué es la xenofilia? En términos generales es el amor desmesurado hacia los extranjeros, hacia los extraños. Quien tiene este afecto suele presentar otros a la postre relacionados. Si tal querencia por el extraño le lleva a proponer o aceptar relaciones con el extranjero tales como el mestizaje, estamos ante un caso de etnomasoquismo racial o biológico. Si la querencia por el extranjero lleva a considerar acríticamente a la propia cultura y civilización como culpable de todo estamos ante un etnomasoquismo cultural. Pero centrémonos en la xenofilia.

Los xenófilos identifican racismo con rechazo a una sociedad multiétnica o multicultural. ¿Por qué? El deseo de conservar lo propio, las esencias raciales y culturales pertenecientes a la propia etnia no debe equipararse nunca a lo que comúnmente se entiende por racismo. Realmente, para los xenófilos, racista es aquel que no comparte su xenofilia, su amor irrestricto por lo extraño, por lo extranjero y por el establecimiento de una fragmentaria sociedad multicultural o incluso mestiza, donde la identidad propia quede diluida o, al menos, debilitada.

Cabe plantear la hipótesis de si la xenofilia no esconde en realidad un fenómeno inquietante y sorprendente, una especie de auto-racismo, el odio o el desprecio por la propia raza. De ser así, estaríamos ante un típico caso de proyección de los propios sentimientos y temores hacia otro. Siendo el xenófilo siempre un blanco, estamos sin duda ante un racista anti-blanco, que quiere persuadirnos de que el blanco que quiere preservar su raza, algo natural, biológicamente determinado, y que practican todos los pueblos de la Tierra, es xenófobo. 

Tras la promoción del mestizaje se oculta un fuerte sentimiento de odio hacia la propia raza, siendo la mezcla racial el modo más rápido de acabar con ella. Tendríamos entonces en el xenófilo un racista de su propia raza, alguien que querría ser otro y que trata de extender su problema de identidad a la sociedad en su conjunto. Y su problema no es otro que el haber sido imbuido por la ideología destructora del marxismo cultural.



(Source: circulo-identitario-nietzsche.blogspot.com)
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