viernes, 29 de mayo de 2015

El indígena feo

Nunca hemos escuchado ni leído algo que deduzca al menos en gran parte, la gran responsabilidad que tienen los indígenas sobre su triste realidad.
Cada vez que leemos o escuchamos algo sobre las adversas circunstancias en las que nacen, viven y mueren estos compatriotas, es para achacarle sólo al sistema, a los salarios, a la distribución de la tierra, a la exclusión, entre otras causas, la razón de su atraso y miseria.
Nadie puede negar que ha existido, sin duda, discriminación y exclusión, pero igualmente es imperativo reconocer que los indígenas podrían estar incomparablemente mejor de lo que están actualmente, si fueran más responsables, comenzando con su “tradición” reproductiva…
Para poner un ejemplo, si hubieran concebido sólo en los últimos cincuenta años, dos o tres hijos de promedio por pareja, como lo hacen los pueblos responsables e inteligentes, sobre todo en épocas de crisis, serían verdaderamente un pueblo admirable. Pero inexplicablemente los autodenominados descendientes de los mayas, han preferido procrear como si fueran conejos y prefieren, junto con sus reivindicaciones, culpar de sus limitaciones siempre y en todo, al sistema y a los demás…
Dicen controlar las fases de la luna, los ciclos de la naturaleza, el ritmo de la madre tierra, pero desconocen los períodos de fertilidad femenina, o lo que sería peor, les importa un carajo controlarse a sí mismos cuando deberían… Pero se autodenominan ilusoriamente mayas o “mayenses”.
Lo decíamos ya en alguna ocasión, no existe pueblo alguno a lo largo de la historia conocida, que haya logrado desarrollarse y prosperar, con los índices reproductivos propios y “tradicionales” del indígena.
Su problema básico es que conciben pobres extremos cada nueve meses y diez minutos, pero además, ¡desde la temprana edad de catorce o quince años! ¡Es literalmente una barbarie demográfica! En realidad los indígenas que así proceden son victimarios del Estado y no víctimas de él

Quienes no tenemos tierras cultivables hemos buscado y estudiado para ganarnos la vida de otras formas. Pero el indígena ha preferido azuzar el fuego de la injusticia social, repetimos, que nadie niega, pero sin hacer lo propio.

Se declaran a sí mismos agricultores, no porque conozcan muy bien del oficio, sino porque no saben hacer prácticamente nada más. Sorprende ver cómo cada invierno alguna aldea o caserío se ve soterrado por el deslave de laderas cultivadas junto a los poblados. ¡Pero son agricultores! De la misma manera que se les ha regalado eventualmente, tierra e insumos a los agricultores que la solicitan, se ha podido apreciar que es cuestión de tiempo para que dos de cada diez de ellos, se paren quedando con las tierras de los otros ocho, en buena medida porque no saben acomodarse a las leyes del mercado, tienen cosechas deficientes, no fumigan y/o heredan la parcela a cuatro de sus hijos varones, en fin…
El indígena también es un deforestador nato. Deforesta extensiones inimaginables de bosque, la famosa frontera agrícola crece de forma imparable agotando los suelos. Los famosos desbordes de los ríos son precisamente el resultado de la tala en sus cuencas, resultando que cuando los ríos aumentan su caudal de agua en época de invierno, se desbordan arrasando cultivos y poblados. Pasa cada año pero no cambian sus costumbres porque parece masoquista. ¡Pero se dicen agricultores! Son agricultores pero sus cosechas dependen de que el gobierno les “regale” fertilizantes pagados con los impuestos de todos, obviamente a cambio del voto…
Aunque hubieran tenido hace cien años, cien veces más tierra que la que hoy ocupan, con un promedio de diez o doce hijos, –repetimos, promedio–, la mayoría de ellos vivirían hoy exactamente igual, sumidos y hacinados en la miseria, porque no hay tierra que les aguante el paso…
La verdad es que el indígena de hoy, tal y como lo ha hecho siempre, proyecta una actitud de aparente indiferencia, incluso de dignidad, pero sufre muy a su manera. Se sabe derrotado por una cultura que le pasó por encima, que lo despojó y lo humilló… Hasta su religión actual es el resultado de un sincretismo, y ya no es ni chicha ni limonada… No se considera a sí mismo parte del Estado, y aun así, sin obligaciones ni deberes cumplidos, vota, por cierto por el más farsante que siempre lo engaña.
Aunque paga el IVA de las candelas, del machete, etc., el impuesto no llega a las arcas del Estado pues no declara…, ¿para qué? Además, es generalmente bolo y machista y necio por principio…
Sólo Dios sabe lo que siente el indígena, mientras juegan en su polvoriento y excrementoso patio, sus últimos tres hijos de 2, 3 y 5 años, pues la de siete anda buscando leña…
Con todo y todo, ¡el indígena no sólo es el problema, también es la solución!

(Source: lahora.gt)
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