lunes, 3 de agosto de 2015

Sobre el mestizaje


odo cruzamiento de dos seres cualitativamente desiguales, da un producto de término medio entre el valor cualitativo de los padres; es decir, que la cría estará en nivel superior con respecto a aquel elemento de los padres que racialmente es inferior, pero no será de igual valor cualitativo que el elemento racialmente superior de ellos…

Si, por una parte, la Naturaleza desea poco la asociación individual de los más débiles con los más fuertes, menos todavía la fusión de una raza superior con una inferior. Eso se traduciría en un golpe casi mortal dirigido contra todo su trabajo ulterior de perfeccionamiento, ejecutado tal vez a través de centenas de milenios…

También la historia humana ofrece innumerables ejemplos de este orden, ya que demuestra con asombrosa claridad que toda mezcla de sangre aria con la de pueblos inferiores tuvo por resultado la ruina de la raza de cultura superior. La América del Norte, cuya población se compone en su mayor parte de elementos germanos, que se mezclaron sólo en mínima escala con los pueblos de color, racialmente inferiores, representa un mundo étnico y una civilización diferente de lo que son los pueblos—de la América Central y la del Sur, países en los cuales los emigrantes, principalmente de origen latino, se mezclaron en gran escala con los elementos aborígenes. Este solo ejemplo permite claramente darse cuenta del efecto producido por la mezcla de razas. El elemento germano de la América del Norte, que racialmente conservó su pureza, se ha convertido en el señor del continente americano y mantendrá esa posición mientras no caiga en la ignominia de mezclar su sangre.
En pocas palabras, el resultado del cruzamiento de razas es, por tanto, siempre el siguiente: a) Rebajamiento del nivel de la raza más fuerte…

Todo cuanto hoy admiramos en el mundo—ciencia y arte, técnica e inventos… es casi exclusivamente obra de la creación del ario. Fue el ario quien abasteció el formidable material de construcción y los proyectos para todo progreso humano. Se puede denominar una raza así depositaria, mas nunca, sin embargo, creadora de cultura.

Casi siempre el proceso de su evolución presenta el siguiente cuadro: grupos arios, por lo general en proporción numérica verdaderamente pequeña, dominan pueblos extranjeros y gracias a las especiales condiciones de vida del nuevo ambiente geográfico (fertilidad, clima, etcétera), así como también favorecidos por el gran número de elementos auxiliares de raza inferior disponibles para el trabajo, desarrollan la capacidad intelectual y organizadora latente en ellos. En pocos milenios y hasta en siglos logran crear civilizaciones que llevan primordialmente el sello característico de sus inspiradores y que están adaptadas a las ya mencionadas condiciones del suelo y de la vida de los autóctonos sometidos. A la postre, empero, los conquistadores pecan contra el principio de la conservación de la pureza de su sangre que habían respetado en un comienzo. Empiezan a mezclarse con los autóctonos y cierran con ello el capítulo de su propia existencia.

Las civilizaciones fundadas casi siempre son fijadas por el suelo, el clima y por los hombres vencidos, siendo este ultimo factor casi el más decisivo. El dicho: “El negro que ha hecho su tarea, se puede retirar”, posee desgraciadamente una profunda
significación…

En el momento en que los propios vencidos comenzaron a elevarse desde el punto de vista cultural, aproximándose también a los conquistadores, mediante el idioma, se derrumbó la vigorosa barrera entre el señor y el siervo. El ario sacrificó la pureza de sangre, perdiendo así el lugar en el Paraíso que él mismo había preparado. Sucumbió con la mezcla racial; perdió paulatinamente su capacidad creadora, hasta que comenzó a parecerse más a los indígenas sometidos que a sus antepasados, y eso no sólo intelectual sino también físicamente. Pudo disfrutar todavía de los bienes ya existentes de la civilización, pero luego sobrevino la paralización del progreso y el hombre se olvidó de su origen. Es de este modo como contemplamos la ruina de las civilizaciones y reinos, que ceden el lugar a otras formaciones.

La mezcla de sangre y, por consiguiente, la decadencia racial son las únicas causas de la desaparición de viejas culturas: pues los pueblos no mueren como consecuencia de guerras perdidas, sino debido a la anulación de aquella fuerza de resistencia que sólo es propia de la sangre incontaminada. Todo lo que en el mundo no es buena raza, es cizaña…
("Mein Kampf" A. Hitler)


(Source: nacionalismocriollo.wordpress.com) votar

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