martes, 10 de febrero de 2015

La casta mestiza

Época: América colonial
Inicio: Año 1600
Fin: Año 1800




El mestizaje no es un rasgo exclusivo de la colonización española, pero sí es su característica fundamental y un fenómeno muy complejo y de difícil estudio porque, además del cruce biológico, tiene importantes connotaciones culturales. Las principales categorías fueron la de mestizo, que define la mezcla entre español e indio, la de mulato o mezcla entre negro y español, y con menor importancia, la de zambo, mezcla entre indio y negro. Entre ellas, una infinita cantidad de categorías intermedias para definir grados sutiles de mezclas, que llegan a su apogeo a fines del siglo XVIII y recibirán nombres pintorescos y burlones: torna atrás, tente en el aire, ahí te estás, coyote, albino, castizo, tercerón, cuarterón, quinterón. Estos grupos étnicos y las otras mezclas son englobados bajo el concepto de castas, término que en realidad incluía a todos los que no fueran españoles o indios. 
Iniciado desde el primer momento del contacto, el mestizaje hispano-indígena se ha atribuido a una serie de factores románticos, en particular a la falta de prejuicios raciales de los españoles, supuestamente muy diferentes en eso de los anglosajones. Sin embargo, parece más lógico atribuirlo a dos hechos fundamentales: la falta de mujeres españolas en los primeros años de la conquista y colonización (6,1 por 100 de la emigración total entre 1493 y 1539) y el propio sistema de conquista, con campañas que duraban meses y años, e incluían violaciones, raptos y regalos de mujeres. 





En tales circunstancias, los españoles no hicieron sino reanudar en América su propia tradición mestiza. Pero si la poliginia o pluralidad de amancebamientos y uniones esporádicas del español con las indias proliferó tanto que aquello parecía un "paraíso de Mahoma", según algunos frailes (Bernal Díaz cuenta que uno de sus compañeros tuvo treinta hijos en tres años), y si la Corona autorizó ya desde 1501 los matrimonios mixtos, lo cierto es que éstos no fueron frecuentes. Arraigaron en cambio el concubinato y la barraganía porque las uniones ilegales podían ser toleradas por la sociedad, pero no las uniones legales. Surge así la identificación entre mestizo e ilegítimo, origen del descrédito social que los caracterizará como grupo (lo mismo sucederá con los mulatos y zambos, con quienes el prejuicio social fue aún mayor pues a la ilegitimidad de su origen se unía el estigma de la esclavitud). 

Pero el estatus lo proporcionará la adscripción a una u otra comunidad cultural, y no la biología. En el siglo XVI muchos mestizos se incorporan al grupo español y son considerados y llamados españoles, con diversos grados de marginalidad; por el contrario, los mestizos que permanecen con sus madres indias se indianizan por completo y son indios. Eso explica que en 1570 el porcentaje de las castas (es decir, mestizos, mulatos y negros) en la población total de las Indias era del 2,5 por ciento. Pero, al aumentar el número de los mestizos (12,7 por ciento de la población en 1650), estos acabarán por constituir un grupo social propio, que va emergiendo como una clase social rural media y urbana baja, caracterizada por su condición marginal. El aumento de los mestizos provoca la desconfianza y el temor de españoles y criollos, que intensifican así sus prejuicios, discriminaciones y trabas legales, definiéndolos despectivamente como casta. 
El resultado de varios siglos de mestizaje racial y cultural es que a comienzos del siglo XIX los mestizos representan casi la tercera parte (32 por ciento) de la población total de la América española. Y son más de seis millones de personas.


 La condición de este ser mestizo no fue considerada como una cualidad sino, al contrario, como un defecto o limitación por muchos de los españoles y europeos que conquistaron y colonizaron América. El hecho de que los mestizos no fueran “puros blancos” europeos fue considerado por éstos como un rasgo que no solo los distinguía sino que los hacía inferiores; al tener en su fisonomía física una parte del color de la piel oscuro o los rasgos de los indígenas o de los negros degradaban la calidad étnica-racial de los europeos dada por la variedad de tonalidades en el color de la piel, de los ojos y del pelo y la fineza de los rasgos de su rostro. El oscurecimiento de la piel y la pérdida de estas cualidades cromáticas constituían, entonces, la clara señal del menor valor humano que adquirían los mestizos con respecto a los blancos “puros” europeos o de origen europeo.

De tal manera que los mestizos quedaron forjados por una doble y contradictoria condición en su existencia: por una parte, por el hecho real de vivir despojados de la riqueza y el poder tal como lo fueron sus antepasados indígenas, tal como ocurrió con los pueblos de sus madres; y por otro lado, vivieron marcados por el sentimiento o el deseo de negar o superar esa herencia real en la que vivían abrazando la de sus padres españoles. Tal como lo mostró bien Octavio Paz en El laberinto de la soledad el mestizo al ser descendiente de la mujer indígena, de la Malinche, y el conquistador español es un ser profundamente dividido o desgarrado en su existencia vital; un ser que es lo que no desea ser, que desea ser lo que no es en su vida real en la sociedad; un ser inconforme no solo con su condición social, sino también con su condición étnica. Con su condición social debido a que carecía de la riqueza y el poder de que disponían sus antepasados españoles; y de su condición étnica porque les revelaba en su rostro y figura las huellas de sus antepasados indígenas de los que habían heredado el despojo que sufrieron de sus bienes y su poder. Es esta inconformidad profunda del mestizo que expresa su deseo de ser lo que no es la que lo lleva a negar la parte indígena de su ser y afirmar, por lo contrario, su lado español; afirmación reiterada en la que ha transcurrido su vida.

Este deseo del mestizo se vio reforzado por una segunda razón: se trató de que los conquistadores y señores españoles “conquistaron” a las mujeres indígenas, o bien mediante la fuerza, o bien seduciéndolas o atrayéndolas por el poder que demostraron tener al haber vencido a sus hombres militarmente, al haberlos dominado por la fuerza. En este terreno físico-sexual ratificaron el dominio militar y político que consiguieron los españoles sobre los pueblos indígenas desde la Conquista. El segundo caso, cuando las mujeres indígenas aceptaron entregarse sexualmente a los hombres españoles como ocurrió con la Malinche, marcó el contenido de este deseo de muchos de sus descendientes mestizos; deseo que se expresó en las mujeres en el de buscar entregarse de nuevo como sus madres indígenas a los señores españoles para borrar de sus hijos el lado indígena de su ser que les revelaba las huellas del sometimiento que habían sufrido. Y en los varones, ante la imposibilidad real de hacer lo mismo que las mujeres debido a que las mujeres blancas españolas al formar parte de los sectores sociales “superiores” y dominantes les estaban vedadas, no tuvieron más remedio que crear y afirmar sistemáticamente esta falsa imagen de sí mismos como portadores completos de lo español.

Sin embargo, el mestizo al afirmar su lado español como único real o válido de su vida se engañó a sí mismo; este auto-engaño constituye el otro aspecto de su personalidad. Su poderoso deseo de ser igual o idéntico a su padre español lo lleva a creer firmemente que en realidad lo es. De ahí que desee siempre vivir en el seno de este engaño que le proporciona una imagen de sí mismo que considera valiosa pero que, sin embargo, responde exclusivamente a la proyección irreal de este deseo. Por esa razón este auto-engaño en el que vive el mestizo lo envuelve del comienza al fin de su existencia; hasta el punto de que no es conciente de su falsedad; y si en algún momento la percibe la rechaza como una percepción falsa de sí mismo. Al percibir la falsedad de esta imagen engañosa de sí mismo el mestizo la descarta inmediatamente como una falsa percepción de esa imagen ideal que ha forjado. Al satisfacer con esta imagen engañosa de sí mismo su deseo de Ser el mestizo encuentra una fuente vital de su felicidad. Felicidad que le permitió precisamente sobrellevar su existencia en medio de las múltiples carencias reales, socio-económicas y políticas, que marcaron su vida a lo largo de la historia colonial.

(Source: artehistoria.com, nci.tv) votar

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