domingo, 18 de enero de 2015

El multiculturalismo de boutique

            Por alguna misteriosa razón, en América Latina, los promotores de la diversidad cultural prefieren hablar de ‘interculturalidad’, en vez de multiculturalismo (como sí se hace en el resto de los países cuyas lenguas derivan del latín). Sospecho que, en parte, esto es debido a la obsesión de muchos autores latinoamericanos de producir algo ‘nuevo’ a fin de evitar repetir patrones culturales imperialistas, y así, rechazan el término que más frecuentemente se usa. Pero, en fin, podemos admitir que, básicamente, ‘interculturalidad’ y ‘multiculturalismo’ son sinónimos.



            El multiculturalismo es hoy una doctrina de vanguardia. Es cool ser multiculturalista. Las imágenes son evocadoras: niños blancos, negros, rojos y amarillos, se agarran de la mano y cantan We are the World. En una fiesta se oye música de Senegal, Turquía y Bolivia. En el centro comercial, se come sushi hallacas. En el cine, se exhiben películas de Hollywood y Bollywood. Se aprende en cursos de historia sobre Julio César, y también sobre Shaka Zulu. Todo es un gran arco iris, hay paz mundial.
            Esta visión rosa e infantil de la diversidad cultural ha sido genialmente ridiculizada por el sociólogo norteamericano Stanley Fish, como el ‘multiculturalismo de boutique’. Se trata de la versión light del multiculturalismo. Es la promoción de la diversidad cultural en aspectos comparativamente superficiales, tales como la vestimenta, la comida o la música. Es la diversidad exhibida en una vitrina en un centro comercial, pero no la diversidad del día a día en cada una de las culturas de origen. Es deleitarse con las fragancias étnicas oriundas de un mercado en Bombai que son extrapoladas a la boutique en Manhattan, pero hacerse la vista gorda frente al terrible sistema de castas hindú que probablemente yace tras la producción de la fragancia exhibida en la boutique.
El multiculturalista de boutique se deleita con la fragancia étnica, pero no alcanza a oler toda la podredumbre que suele haber en las culturas que producen esas fragancias. Él está contento de que haya restaurantes que vendan pollo al curry, pero ni por asomo quiere que su ciudad occidental tenga los niveles de suciedad que hay en Calcuta. El mutliculturalista de boutique quiere pasear por la diversidad cultural, pero sólo por un ratico. Su actitud es parecida a la de los amantes de los animales: es muy divertido ir al zoológico un día y acariciar a los animales, pero ni por asomo quisiera tener un chigüire en su casa, cagando a diestra y siniestra.

(extracto de opinionesdegabriel.blogspot.com)
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